domingo , 24 noviembre 2024
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Euro: más luces que sombras de un sueño integrador (II)

Isabel Rodríguez Tejedo
Profesora de la Facultad de Económicas

Este escenario, cotidiano y fácil de entender por su cercanía a nuestras vidas, se extiende a operaciones de compra-venta más complicadas de pequeñas y medianas empresas, y también a las decisiones de inversión.

Pero las implicaciones de esta ventaja del euro van más allá de la simple comodidad. Suponen una mejora en la posición de empresas perjudicadas por estar localizadas en lugares con mayor riesgo-país. Con la estabilidad que el euro les presta, estas empresas pueden acceder a financiación en condiciones más ventajosas.

También el euro permitió abrir oportunidades de inversión basadas en los méritos de la propuesta inversora, eliminando el riesgo de tipo de cambio asociado a monedas más volátiles.

Al abandonar las monedas nacionales, los países dejaron atrás la política monetaria propia, uno de los instrumentos tradicionales de política económica. Esta renuncia ha supuesto beneficios y costes.

El euro es más que los billetes y monedas que tenemos en la cartera, o en los que denominamos precios, pasivos y activos. Ha supuesto una integración económica e institucional de primera magnitud.

Al abandonar las monedas nacionales, los países dejaron atrás la política monetaria propia, uno de los instrumentos tradicionales de política económica. Esta renuncia ha supuesto beneficios y costes.

Entre los beneficios están el mayor compromiso con reglas supranacionales y, especialmente para los países con menos credibilidad en política monetaria, una posición clara contra la inflación elevada y la apuesta por una política monetaria prudente.

También la posibilidad de compartir riesgos, con un banco central potente que puede tomar acción decisiva (por ejemplo, adquiriendo activos) si fuera necesario.
Entre los costes destaca la pérdida de flexibilidad que supone renunciar al control sobre una herramienta de política económica.

Esto es especialmente importante porque los ciclos de los países de la Unión Monetaria no están perfectamente sincronizados, lo que supone que la política monetaria óptima no es necesariamente la misma para todos ellos en un momento dado del tiempo.

Dada la importancia de Alemania en el sistema común y la historia del país germánico con la inflación, siempre ha asomado la sospecha de que la política monetaria común se parecía más a la política monetaria alemana de lo que
debería.

La crisis financiera fue un buen ejemplo de las luces y las sombras del marco monetario común. Por un lado permitió tener un Banco Central Europeo fuerte, con gran capacidad de intervenir en el mercado.

Por otro, evidenció los problemas de intentar usar una herramienta única para problemas diversos, muy específicos de cada país. “Salirse del euro” se convirtió entonces en una posible puerta a cruzar, aunque adónde daba aquella puerta era una pregunta con tantas respuestas como personas.

La última crisis, en esta ocasión con origen sanitario en vez de financiero, ha vuelto a poner sobre la mesa las fisuras de ese sueño integrador que llamamos Europa. Pero, aunque los jóvenes viajeros de hoy tengan que buscar en la mochila su pasaporte Covid-19, o los resultados de la PCR de turno, lo que no les cabe en la cabeza es buscar en la cartera otra moneda que no sea el euro.

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