Nada hacía presagiar a Novak Djokovic que la foto que publicó con las maletas, preparado para partir hacia Melbourne, se convertiría en una maldición para él. El número uno del mundo, luego de una cadena de polémicas, se encuentra aislado en una habitación, sin contacto con el exterior y retenido en la frontera australiana.
El mejor tenista del mundo no tiene contacto ni con su equipo, formado por Goran Ivanisevic y su fisioterapeuta, el argentino Ulises Badio, entre otros, que esperan una resolución del conflicto en otra sala. Djokovic está incomunicado, sin teléfono, y en una sala custodiada por seguridad.
Djokovic, opositor declarado a la vacuna, recibía, junto a un grupo minoritario de tenistas, un permiso para viajar a uno de los países que más restrictivo ha sido con su población. Una exención médica basada en que se contagió de covid en los pasados seis meses.
No convenció a todo el mundo y el más duro con él fue el primer ministro australiano, Scott Morrison: “Si su evidencia médica es insuficiente, entonces no será tratado de forma distinta y se le enviará a casa en el siguiente avión”. “Tienen a mi hijo cautivo. Si no lo sueltan en la próxima media hora, saldremos a las calles por ellos”, filtraba el padre de Djokovic a los medios de su país.
Mientras, su hijo permanecía en una habitación, sin posibilidad de abandonar el aeropuerto, en una escena propia de la película de Tom Hanks, La Terminal.