Guillermo Monsanto
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En los últimos años me he topado con jóvenes que no practican cierto tipo de tradiciones. Por “x” o “y” razones, estas se fueron perdiendo para ser sustituidas por nuevos patrones culturales más significativos para ellos. Incluso los manjares tradicionales como las tortillas, frijoles, tamales y hasta las hilachas, son platillos que muchos desprecian en beneficio de una pizza o una jugosa y grasosa hamburguesa. Reconozco que me costó entender que mis estudiantes despreciaran a autores como José Milla, Tolkien y Julio Verne hasta que me di cuenta de que la problemática contemporánea y la tecnología los acercaba más a escritores
como Aciman, King o Rowlig.
Las diferentes regiones de Guatemala, por ejemplo, velan y entierran a sus muertos siguiendo diferentes patrones heredados. No es lo mismo un funeral en las costas que en centros urbanos como la capital o en las ciudades donde habitan los descendientes de las culturas originarias. Y así son, más o menos, todas las manifestaciones culturales que dan vida, sin que muchos se den cuenta, a la memoria de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tastatarabuelos y una línea ascendente que se interna en un pasado del que muchos ya no tenemos noticias (o al menos eso creemos).
Por lo general, escuchamos que el belén era de la abuela y que esta lo heredó de su madre, quien a su vez lo había recibido de la suya.
Llegó el fin de año y para algunas de las religiones, especialmente la católica, una de las fechas familiares más esperadas del año: El nacimiento del Niño Jesús. Si hay una época en la que la antañona tradición se hace patente es por estas fechas y por sus representaciones físicas y vernáculas. Por lo general escuchamos que el belén era de la abuela y que esta la heredó de su madre, quien a su vez lo había recibido de la suya. El Niño, por lo tanto, forma parte vital del núcleo matriarcal. En el caso de la imaginería, la más antigua está conformada por esculturas que deberían considerarse patrimonio nacional.
Las alarmas se encienden cuando en las redes sociales alguien pregunta, un 10 de diciembre, ¿quién le puede retocar el Niño para antes del 24? Y, entre la lluvia de respuestas, algunos le responden que para ahorrarse la plata que ¡lo limpie con medio tomate o un pepino, agentes orgánicos en contacto con un encarnado que hoy es prácticamente irrepetible.
Es como estar atrapados en una historia de terror. Cómo hacer entender a los bienintencionados que una pieza de estas características debe ser evaluada por un panel de expertos y ser intervenida por un especialista autorizado, no por un carpintero, no por un pintor o un escultor, en apenas una decena de días.
“Pero”, dicen algunos “yo quiero que se vea como nueva”. Pensamiento que es posible pero que, para desgracia de los propietarios, destruirá la realidad de la imagen para siempre. Investigue, pregunte por todos lados, estudie posibilidades y vuelva a investigar. Encuentre quien realice un dictamen científico. En Guatemala existen varias instituciones que podrían orientarlo; una de ellas es la Asociación de Museos de Guatemala.