Fuensanta García-Orenes y Jorge Mataix-Solera
Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS)
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Los suelos son la base de la vida y uno de los ecosistemas más ricos en
especies: albergan una cuarta parte de la biodiversidad del planeta.
Según la FAO, un gramo de suelo puede contener más de 1 000 millones de células microbianas. Todo ello se corresponde con miles de millones de genomas diferentes.
Esta biodiversidad, junto con las propiedades que caracterizan al suelo, le confieren un papel fundamental en el desarrollo de muchos procesos ecológicos en el sistema terrestre que son imprescindibles para la vida. Entre ellos se incluyen la regulación del ciclo de nutrientes, la regulación del ciclo hídrico, la producción de alimentos y fibras, la producción de medicamentos, el control de plagas, la capacidad de amortiguación de contaminantes al evitar que entren en la cadena trófica, etc.
No se puede alcanzar la sostenibilidad sin contar con el suelo. Es la base de los ecosistemas y el segundo mayor sumidero de carbono después de los océanos. Es un recurso no renovable a escala de tiempo humana y de él obtenemos la mayor parte de nuestros alimentos.
Desempeña numerosas funciones clave y presta servicios vitales para la existencia humana y la supervivencia de los ecosistemas.
Los suelos son capaces de mantener todos estos servicios ecosistémicos cuando se encuentran en condiciones de calidad óptima porque su uso y gestión es el apropiado.
Cuando estas condiciones cambian como consecuencia de la actividad humana, se produce un desequilibrio y el suelo va perdiendo sus capacidades, poniendo en peligro, por ejemplo, la producción de alimentos.
En la actualidad, los suelos están sometidos a una creciente presión a menudo combinada con prácticas de manejo poco sostenibles, que anualmente destruyen grandes extensiones de suelo fértil a nivel mundial.
Las mayores amenazas para el suelo son la deforestación, la urbanización, la contaminación, la salinización, la erosión acelerada y los incendios, entre otras.
Estas situaciones se están viendo agravadas por el escenario de cambio climático que sufre nuestro planeta y que es especialmente grave en zonas semiáridas como el sureste español. El calentamiento global, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad han convertido a este recurso en uno de los más vulnerables del mundo.
El suelo es un gran aliado para mitigar y luchar contra el cambio climático. Es una de las piezas claves. Un suelo bien manejado es capaz de secuestrar carbono, mientras que si se maneja mal emite más gases de efecto invernadero de los que debería. El suelo ha sido el gran olvidado en las políticas territoriales y ambientales. No consideramos la importancia que tiene. No se ha invertido lo suficiente en estudiarlo en detalle, pero no se puede hacer una correcta política territorial y ambiental sin un buen conocimiento de los suelos, que son muy diversos.
Si no se dispone de una cartografía de detalle con información a la escala adecuada puede destinarse un territorio muy apto para un uso agrícola a otra actividad. Necesitamos transmitir todo esto a la sociedad para que se consigan finalmente políticas que tengan en cuenta al suelo, sus funciones, y la importancia de preservarlo y manejarlo adecuadamente.
Por todo ello, y considerando que el suelo es un ecosistema esencial, complejo, multifuncional, vivo y de crucial importancia medioambiental y socioeconómica, que desempeña numerosas funciones clave y presta servicios vitales para la existencia humana y la supervivencia de los ecosistemas, que además constituye el mayor almacén terrestre de carbono, se hace imprescindible proteger los suelos de la degradación. Continuará…