Comunicaciones levantó la copa de la Liga Concacaf, al derrotar 4-2 (6-3 global) al Motagua de Honduras, en una noche brillante de Juan Anangonó.
Dos horas antes del inicio del juego, el ambiente estaba desbordado. Niños, mujeres y hombres alentaban al equipo desde antes de ingresar en el coloso de concreto de la zona 5 capitalina.
Había júbilo, pero también atrevimiento. La mayoría llevaba mascarilla, aunque otros retaban a la pandemia.
Habían muchas selfies y entrevistas. Todos colaboraban para contar la historia, excepto aquel que pidió no ser fotografiado porque se había reportado enfermo en el trabajo.
La primera acción del partido dejó fríos a los cremas, quienes vieron a Kevin López levantar un centro desde la derecha y el paraguayo Roberto Moreira cabeceó para vencer a Kevin Moscoso, la serie se nivelaba a dos goles.
Antes de la media hora de juego llegó el segundo castigo, a un planteamiento tímido del club blanco. Marco Tulio Vega volvió a ganar por aire y puso el 0-2, para darle ventaja en el global al cuadro hondureño (2-3).
El show de Anangogol
En el minuto 42, Juan Anangonó cazó un rebote en el área y venció a Jonathan Rougier con un zurdazo pegado al poste izquierdo, causando el delirio de los presentes.
Cuando el período estaba por expirar se cobró un tiro de esquina desde la derecha, y Anangonó ganó por arriba en el área y metió un cabezazo tan potente que el defensa sobre la línea no pudo impedir que ingresara, los cremas tenían ahora la ventaja global (4-3).
El tercer gol se gritó con el alma, como nunca, como campeón. Anangonó filtró para Lacayo, y a cobrar. Qué decir del cuarto, el tercero de él, sí, del mismo Anangonó…Anangogol.
Un gol que noqueó al equipo hondureño, que se creía ganador, imbatible, que pensó desquitar en Guatemala las frustraciones sufridas en su país.
Tras los 90 minutos y el 6 a 3 global, las radios prestaron los micrófonos, para que la afición se desahogara, se manifestara por la conquista ansiada, merecida, sublime. En fin, fue el triunfo de la fe, de la esperanza, del espíritu y, sí, de Anangonó.