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Inter Press Service (IPS)
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De acuerdo con la investigación de The Lancet, ha contribuido a la exacerbación de síntomas de salud mental entre quienes sufrían condiciones preexistentes.
Esto los coloca “en un grupo de mayor vulnerabilidad, como las personas con diabetes, hipertensión y otras enfermedades crónicas”, agregan las fuentes de la OPS. A un año del inicio de la pandemia, 45 por ciento de los adultos de las Américas ya reportaban deterioros en su salud mental y emocional.
En un momento en que los tratamientos son más necesarios que nunca, el organismo muestra su preocupación ante el hecho de que (entre enero y marzo de este año) se hayan detectado interrupciones de los servicios de salud mental en el 60 por ciento de los países.
En relación con los trastornos de salud mental, los más golpeados fueron los menores de 26 años.
Esta emergencia está exacerbada por mecanismos de protección social débiles, sistemas sanitarios fragmentados y profundas desigualdades. “El gasto de salud mental en la región, que promedia el 2 por ciento del total en salud, suele ser inadecuado”, subraya la publicación, y añade que, de ese porcentaje, el 61 por ciento es destinado a hospitales psiquiátricos. El informe menciona a cuatro países de la región que realizaron estudios y publicaron los resultados, pero las fuentes de la OPS aclararon a SciDev.Net que “hasta ahora, no es posible compararlos con otros países”. En relación con los trastornos de salud mental, los más golpeados fueron los menores de 26 años.
En Perú, la prevalencia de síntomas depresivos (34.9 por ciento) durante la cuarentena de 2020 fue cinco veces mayor respecto a 2018. En Brasil, los índices de depresión (61 por ciento) y ansiedad (44 por ciento) también fueron elevados, al igual que los síntomas de estrés postraumático (28 por ciento) en México. En Argentina, otro estudio encontró que la variable más importante relacionada con síntomas depresivos (reportados por el 33 por ciento de los encuestados) fueron los sentimientos de soledad.
“Cuando se vuelven crónicos, se siente una desconexión tan grande que ni siquiera se registran”, explica por teléfono Adrián Yoris, uno de los autores del trabajo, sin vinculación con el de la OPS. “Eso repercute directamente en estados de depresión, ansiedad y (en casos graves) suicidio”.
Los investigadores también registraron “un marcado desgaste cognitivo”, con puntajes bajos para variables como concentración, memoria y velocidad de procesamiento, y altos para fatiga mental, cansancio y sueño. Al repetir sus mediciones 72 días después, encontraron que no había una correlación directa entre los estados de ánimo y los diferentes momentos de la pandemia. La reacción inicial había elevado los valores de las distintas sintomatologías de salud mental. A pesar de que más tarde los contagios de Covid se multiplicaron, esas cifras se mantuvieron estables. Algunas, incluso disminuyeron.
“Las personas procesamos la información exagerando el riesgo frente a lo desconocido y potencialmente agresivo. Con el tiempo, esa dinámica no puede sostenerse y empiezan a incorporarse datos alternativos, como la efectividad de las vacunas”, explica Yoris. En relación con los trastornos de salud mental, “los más golpeados fueron los menores de 26 años, cuya vida cotidiana solía ser marcadamente social”, confirma el neurocientífico. En marzo de 2020, más de 154 millones de niños en la región estaban fuera de la escuela debido a la pandemia. Un año después, 114 millones aún no habían regresado, según las Naciones Unidas.
Además de alteraciones en el aprendizaje y la socialización, los menores han sufrido la adversidad en sus familias. Registros de las líneas telefónicas de ayuda e informes policiales de diversos países de la región indican un aumento de los casos de violencia doméstica. Yoris sostiene que fortalecer las campañas de comunicación es otra recomendación clave. “Ya sea con relación a las vacunas o a los barbijos (mascarillas), solemos decidir cómo comportarnos basándonos en creencias previas”, recuerda.