Guillermo Monsanto
Una parte vital en la construcción de quiénes somos la constituyen, sin lugar a duda, nuestros maestros. Si estos fueron buenos agricultores, la cosecha estará integrada por frutos sustanciales y nutritivos. Hay docentes que al compartir conocimiento lo multiplican otorgando al pupilo herramientas que le servirán para desenvolverse más allá de la materia de especialización. Profesores que nos preparan para la vida y que nos enseñan en el trato diario, desde situaciones no planificadas pero que igualmente nos nutren sin nosotros darnos cuenta. Amigos cuyo calor nos alimenta de diferentes formas.
El pasado 30 de noviembre de 2021 murió, en su casa de Antigua Guatemala, doña Luisa Stallo (así le decíamos los chapines). Mujer sorprendente, poseedora de una sólida cultura y amiga entrañable en todos los sentidos de la palabra. Como valor agregado, protagonista de una vida espectacular en la que conjugó la calidez de su encanto humanista con el conocimiento vivencial de lo antiguo y la dimensión que la historia posee como fuente y disciplina formal.
Luisa Stallo, así le decíamos en Guatemala, fue una luz de conocimiento y jugó un papel vital en el campo de los anticuarios profesionales.
¿Fue doña Luisa una artista? Por supuesto que sí y de múltiples modos. Su obra, la que no es plástica, se cimentó desde la manera en la que se sumergió en el universo del conocimiento, la asimilación de contenidos y el encanto con el que trasmitió sus hallazgos. Su enorme capacidad para la investigación y la manera sencilla como proyectó sus ideas podrían caber categóricamente en diferentes tipos de documentos enciclopédicos. En el campo de las antigüedades poseyó una anchura sobresaliente y una presencia como anticuaria profesional poco conocida en este país. A lo anotado se suma su visión de rescate, conservación y gestión de centenarias piezas europeas las cuales supo apreciar por su esencia.
Nosotros, Luis Escobar y mi persona, llegamos a doña Luisa a través de su colección de grabado antiguo. Con ella conocimos a los Medici, la Santa Inquisición, los territorios conocidos entre los siglos XVI y XIX, las abstracciones bíblicas, flora, fauna, marinas impresionantes, el Renacimiento, el barroco, el neoclásico y su infinidad de personajes. A la par entendimos de cristalería, platería europea, extraordinarias porcelanas, estatuas, en fin, un mundo especializado que compartió con nosotros entre risas, cafés y algún que otro cordial. Con ella, siempre a la par, su fiel asistente Daniela.
Luisa Stallo fue una mujer de libros. Aunque nunca presumió lo que sabía, su sapiencia la hacía brillar en sus conversaciones. También, aunque nunca lo dijo, fue una mujer que supo compartir lo que tenía y ayudar a los más necesitados. Lo que hizo con su mano derecha jamás lo supo la izquierda. Se nos fue un corazón de oro. Una luz fulgurante y una amiga sincera llena de vitalidad. Queda esta columna como un testimonio de su presencia en Guatemala y el papel que jugó en el campo de la educación por el arte.