Gustavo Capdevil
Agencia Internacional de Noticias Inter Press Service (IPS)
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Todo estaba advertido, tanto el brote de una variante más contagiosa del Covid-19 que desató nuevamente las alarmas sanitarias internacionales, la amenazante ómicron, como también la confirmación de la morosidad de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para zanjar la puja entre países ricos y pobres por el reparto de las ganancias que dejan los intercambios.
Los dos factores se conjugaron el pasado viernes 26, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró “preocupante” al nuevo tipo de Covid-19 y sus mutaciones, y puso en alerta al sistema de investigación científica de la institución que indaga características y efectos de la nueva variedad.
Horas más tarde, cuando varios países, entre ellos Suiza, cancelaron vuelos a naciones de África del Sur, la OMC suspendió “indefinidamente” su 12 Conferencia Ministerial, que debía sesionar del 30 de noviembre al 3 de diciembre en territorio suizo. La índole del virus y las perspectivas de multiplicarse de manera arrolladora, como lo ha hecho hasta ahora, y de transformarse en una variante más insidiosa, como aparenta el ómicron, ya se conocían desde que China oficializó la irrupción del SARS-CoV-2 en los primeros días de enero de 2020.
La sociedad internacional había sido prevenida.
La sociedad internacional había sido prevenida de ese peligro por una comisión de científicos que encabezaba la médica noruega Gro Brundtland, exdirectora general de la OMS. Pero el sistema sanitario no estaba preparado y los primeros meses fueron caóticos hasta que mejoraron los sistemas de producción y los laboratorios descubrieron fórmulas de vacunas apropiadas.
A lo que no se encuentra solución es al vacío moral que envuelve a los centros de poder universal en materia de vacunas y de otros tratamientos anticovid, como no se cansan de repetir el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, y el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Esa falencia debilita la cooperación internacional y favorece el culto a la maximización de la ganancia, los dos factores que han impedido la distribución equitativa de vacunas y demás paliativos a la pandemia y han dejado un saldo de sufrimientos y muertes.
Continuará…