Patricio Ramírez Azócar
Director Centro de Apoyo al Desempeño Académico – Concepción
Un estudio publicado en 2019 muestra que el 5.1 por ciento de los estudiantes universitarios que participaron, reporta pensamientos suicidas, mientras que más de 220 000 chilenos sobre los 18 años han planificado su suicidio, y más de 100 000 reconocen que intentó quitarse la vida, según se desprende de la Encuesta Nacional de Salud, ENS 2016/2017, que por primera vez midió esta temática.
Con estos antecedentes asociados a las edades de mayor riesgo, es evidente el relieve que toman las políticas que pueden ser estimuladas en la comunidad, especialmente, aquellas que podemos realizar dentro de los planteles de educación superior. Si bien en los estudiantes universitarios no hay más riesgo de cometer suicidio que sus pares que no están en la educación superior, la matrícula actual en estas instituciones entrega un escenario propicio para favorecer el cuidado de la salud mental de este grupo y, en específico, prevenir el suicidio en ellos.
Se vuelve más importante buscar los modos de atender las señales de alerta.
Es más, el Programa Nacional de Prevención del Suicidio del 2013 incluyó dentro de sus componentes, la implementación de programas preventivos en los establecimientos educacionales como principal estrategia para prevenir el suicidio en niños, niñas y adolescentes.
La prevención completa del suicidio en los entornos educativos debiera contemplar que se estimule un clima protector, tener un amplio programa de prevención de problemas de salud mental, realizar sensibilización y educación sobre el suicidio, detectar estudiantes en riesgo, generar protocolos para el manejo y acciones posteriores a la ayuda, y tener una coordinación con la red de salud para apoyar a los estudiantes y sus entornos cercanos.
En tiempos en que todo indica que la salud mental de las personas sufre los efectos negativos de una pandemia, y en los que el estar conectados con otros de manera personal ha sido la excepción, se vuelve más importante buscar los modos de atender las señales de alerta y las maneras de apoyar a quien esté pasando por un periodo de mayor dificultad o vulnerabilidad. Puede que en ello estemos colaborando a salvar una vida.