Goretti Cabaleiro Profesora de la Facultad de Económicas
Según un Estudio de Consumo Navideño ofrecido por Deloitte, este año el Black Friday acaparó el 32.7 por ciento del presupuesto total destinado por una familia a las compras navideñas.
Nada más y nada menos que seis puntos más con respecto a cifras del año pasado.
Como ya es conocido y con extensión a nivel mundial, el Black Friday o viernes negro es un evento comercial importado desde EE. UU. (surgió en los años 70), que aterrizó en España en 2012.
Viene a inaugurar la temporada de compras con vistas al periodo navideño. Nueve de cada diez empresas de nuestro país se unen anualmente a esta iniciativa que tiene lugar el último viernes de noviembre y que, en teoría, se caracteriza por rebajas significativas en muchas tiendas minoristas y grandes almacenes. Pero es eso, solo una teoría.
Cuando uno ahonda en el término Black Friday, este tiene muchas acepciones. Pero principalmente el trasfondo del evento tiene un objetivo capital: equilibrar las cuentas de resultados de aquellas compañías que, en su mayoría, están en números rojos porque no han vendido lo suficiente durante el año y hacen creer al consumidor que van a hacer unas políticas agresivas de descuentos.
Y un dato más que desmitifica esa idea de rebaja: en términos generales, los precios fueron un 2.6 más caros ese día que en las semanas previas. Además, lo que comenzó siendo una campaña de un día ha pasado a convertirse en un evento que se ha extendido a la semana previa.
Y en ese hacer creer está la clave: para las empresas sin lugar a dudas es black, porque vuelven a los dígitos tintados de negro haciendo que esos números rojos que les acechaban hasta hace poco desaparezcan, pero para el consumidor ese black destiñe en muchos casos a gris. No hay más que hacer un repaso a algunas cifras que ofrece la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) para sostener esta afirmación.
Desde 2015, un mes antes de que se dé el pistoletazo de salida al Black Friday, desde la OCU se recaban y analizan diariamente más de 28 000 precios de un total de 1260 productos para comprobar si aquellos suben, bajan o se mantienen.
Y las conclusiones ahí están: sin ir más lejos, el año pasado solo el 3.4 por ciento de los productos monitorizados alcanzó su mejor precio ese viernes
negro.
Y un dato más que desmitifica esa idea de rebaja: en términos generales, los precios fueron un 2.6 por ciento más caros ese día que en las semanas previas.
Además, lo que comenzó siendo una campaña de un día ha pasado a convertirse en un evento que se ha extendido a la semana previa.
Siguiendo con datos, con respecto a la Black Week la OCU encontró el año pasado que solo el 18.8 por ciento de los productos monitorizados obtuvo su precio mínimo en esa semana última de noviembre, que un 27.5 por ciento de los productos lo incrementó, y que, en general, los precios subieron un 0.5 por ciento entre el 23 y 29 de noviembre de 2020.
El black no es tan black. Entramos de lleno en lo que podríamos denominar Grey Friday o Grey Week, donde el beneficio para las grandes compañías, no tanto las pequeñas y menos para el consumidor, es notorio.
Además, este año, las empresas lo tienen mucho más fácil: en plena crisis de suministros, la población está en alerta para hacerse con algunos artículos cuanto antes por miedo a esa falta de stock.
En este nerviosismo generalizado, las empresas se han adelantado a los tiempos y han visto una oportunidad para iniciar una carrera meteórica para llegar primero al consumidor.