Atenas, EFE.- Alejada de la
brillantez que exhibió en la fase final de la Liga de Naciones, ganando de
penal con lo justo, con más firmeza defensiva que mérito ofensivo, la Selección
española dio un vuelco a su situación, aprovechó el desliz de Suecia para
asaltar el liderato de grupo gracias al tanto de Pablo Sarabia y encara la “final”
de Sevilla con la opción del empate para salir del apuro.
La situación atenazó a España, la obligación de ganar. No podía dejar escapar
la oportunidad que se le presentó con el inesperado tropiezo en Georgia de su
rival por la plaza directa a Catar, para aliviar su situación y encarar
rebajando la presión su última cita. Le valdrá un punto en La Cartuja luego de
hacer los deberes en Atenas. Sin infierno en las gradas del Olímpico, sin
brillo pero firmando su primer objetivo luego de reencontrarse con las
dificultades que sufre cuando el rival junta líneas y apuesta por un
planteamiento defensivo.
La búsqueda continua de soluciones de Luis Enrique le lleva a no repetir nunca
un equipo y no dejar de sorprender. Sentó al líder, Sergio Busquets, y pasó de
jugar sin 9 la fase final de la Liga de Naciones a juntar de inicio a dos,
Álvaro Morata y el debutante Raúl de Tomás. Costó encontrarlos y cuando tuvieron
la oportunidad de marcar les faltó acierto. España brilla contra las grandes y
se desfigura frente a rivales de menor entidad.
Grecia aún tenía opciones, remotas pero reales. Su ímpetu inicial había dejado
un testarazo blando de Androutsos a manos de Unai Simón, pero su mensaje,
lanzado al contragolpe, la única manera de la que podía dañar a España, llegó
con el derechazo de Masouras a la red, anulado por fuera de juego a los 21
minutos. Por entonces España ya mascaba la posesión buscando espacios inexistentes,
añorando un jugador que desborde en el uno contra uno y jugando con una marcha
menos de la que demandaba el partido.
La movilidad del tridente, con intercambio continuo de posiciones entre Morata
y De Tomás, no generó el desequilibrio esperado. Gavi, instalado en la
titularidad en su tercer partido consecutivo con 17 años, era el único que
rompía líneas, con Gayá decantando el juego hacia la izquierda con sus
continuas subidas, mientras Carvajal en su regreso asomaba poco pero realizaba
coberturas atrás para frenar cualquier intento del rival.
En ese escenario, sin disparos a puerta de España, se produjo la acción que
rompió el partido. De un remate de De Tomás que desvió la defensa a córner,
llegó un penal a Íñigo Martínez cuando iba a rematar con el que saldaba
facturas del pasado. En la ida, en Granada, en el empate que complicó el camino
desde el primer partido de clasificación, una discutida acción suya costó la
pena máxima en contra y el empate. La responsabilidad la asumió Pablo Sarabia que
cerraba la racha de cinco penaltis consecutivos fallados en penas máximas que
no llegaran en una tanda final.
Logrado lo más difícil, abrir el partido con un gol, España esperaba que las
opciones de repesca de Grecia le impulsasen a cambiar su planteamiento. El
partido duraría lo que tardase en marcar su segundo gol y Morata desperdició la
mejor ocasión antes del descanso. Recortó de derecha con clase y chutó de zurda
al hombro de Vlachodimos, que evitó la sentencia.
Esa tranquilidad no llegó, ni la mereció una selección que se olvidó de atacar
en el segundo acto y se limitó a defender con intensidad para poner a salvo su
botín. Jugó con fuego en la incertidumbre pero sin sentir nunca en peligro su
victoria. Unai Simón fue un mero espectador y apenas a balón parado, en una
falta lateral peinada por Tzavellas llegó el único susto.
Los cambios de Luis Enrique tampoco funcionaron y se desaprovecharon los
espacios para correr cuando Grecia dio el esperado paso al frente. La velocidad
de Dani Olmo y el regreso de Rodrigo no mejoraron el balance ofensivo. España
no volvió a chutar a puerta, aburrió pero logró lo que necesitaba. El pase a
Catar está a un paso, evitar el descrédito y el peligro de una repesca que
estrena formato pasa por puntuar ante Suecia con el calor de la afición de
Sevilla.