La Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) ha sido un referente del arte visual guatemalteco desde su fundación, en 1920. Se puede decir que, como antecedente, surge desde los movimientos plásticos que se dieron al final del siglo XIX y que incluyeron una fuerte influencia de artistas europeos como Francisco Durini, Antonio Doninelli, Rafael Pili, Luis Liutti, Andrés Galeotti, Tomás Mur, Justo de Gandarias y Santiago González (venezolano formado en París), entre otros autores locales y extranjeros, vinculados a ellos.
Fue en sus aulas, durante la década de 1920 y parte del siguiente decenio, que surgieron las escuelas relacionadas con los regionalismos académicos a partir de las propuestas tempranas de Carlos Mérida y Rafael Yela Günther, asumidas por Alfredo Gálvez Suárez y Humberto Garavito (este, desde 1927) y replicadas en figuras tempranas como Antonia Matos, Antonio Tejeda Fonseca, Salvador Saravia, Jaime Arimany o Enrique de León Cabrera, entre otros, quienes encontraron un lenguaje que se desarrolló hasta las últimas consecuencias y que terminaría influenciando inclusive a la pintura popular.
Las generaciones del sesenta, setenta y ochenta proponen desde diferentes expresiones informalistas con diversidad de resultados.
Sin lugar a dudas, la “generación del 40” eclipsa las corrientes regionalistas por la conciencia con la que propusieron una escisión en las artes de su tiempo. El lema fue “hacer del objeto un problema a resolver” transitando la mayoría de ellos por el camino de la síntesis formal de las figuras y la observación del efecto provocado por la luz y la sombra.
Algunos de sus integrantes, aunque no los artistas principales, se vieron influenciados por los surrealismos propuestos por Eugenio Fernández Granell y el tránsito de Carlos Mérida hacia otras expresiones que anteceden su etapa geométrica. Sin duda el mejor legado que deja este grupo (Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena y Roberto González Goyri) es su intervención en el Centro Cívico con los murales en cemento in situ. Con ellos destaca la presencia de Carlos Mérida y la de otro artista de la generación del cincuenta: Efraín Recinos.
Las generaciones del sesenta, setenta y ochenta proponen desde diferentes expresiones informalistas con diversidad de resultados; entre ellos, la presencia internacional. Es en la bisagra del entre siglo que surgen nombres de artistas con diferentes aptitudes expresivas. Grabado, dibujo, pintura, escultura y lenguajes más contemporáneos asumen el escenario en el siglo XXI demostrando que la ENAP es una entidad viva y capaz de promover protagonistas y nuevas ideas.
