Patricia San Miguel
Revista Nuestro Tiempo
Audrey Hepburn era influencer mucho antes de que esta palabra se encumbrara como trending topic. Los conjuntos monocromos en negro, las rayas marineras, los vestidos de corte midi combinados con bailarinas, las gafas de sol XXL… continúan en nuestro armario desde que la actriz los convirtió en iconos. Hoy cualquiera puede ser Audrey: el poder de influencia está al alcance de muchos en la época digital.
Diarios online, foros, blogs y redes sociales, además de posibilitar el acceso a un inagotable catálogo de información, permiten que los usuarios entablen contacto de manera directa. Cualquier voz puede alcanzar a cuatro mil millones de personas.
Se fijan en cómo las marcas pagan por publicar fotografías, regalan productos, invitan a fiestas y viajes… Les resulta, en apariencia, un mundo idílico.
Cada vez somos más conscientes del impacto de los influencers en nuestro mundo, de su papel en la difusión de ideas, de tendencias culturales o comerciales, en el apoyo de causas sociales. Sin embargo, padres, educadores e instituciones (como la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado, la Plataforma de Infancia o la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo, con las que he podido hablar en el marco de un proyecto europeo) se muestran preocupados por la influencia que ejercen en los niños y los adolescentes.
Las redes sociales (en especial Twitch, Discord, TikTok o YouTube) están repletas de usuarios menores de edad, más vulnerables porque su madurez aún está en desarrollo. Quieren parecerse a sus gamers, tiktokers o youtubers favoritos y copian su forma de hablar, sus movimientos, sus bromas, su ropa… Incluso, sin darse cuenta, también integran sus ideas como propias. Según el estudio de Interactive Advertising Bureau (IAB) España 2021, el 74 por ciento de jóvenes entre 16 y 24 años siguen a influencers y la mitad de ellos considera que son muy creíbles o bastante creíbles. Statista Global Consumer Survey 2021 destaca que España es el quinto país del mundo donde sus opiniones tienen un mayor impacto.
También sueñan, cada vez más, con estar al otro lado de la pantalla, como demuestra la última encuesta de Adecco “¿Qué quieres ser de mayor?”.
Ven esta profesión como una forma de dedicarse a lo que les apasiona, desde cualquier lugar. Solo necesitan un móvil. Se fijan en cómo las marcas pagan por publicar fotografías, regalan productos, invitan a fiestas y viajes… Les resulta, en apariencia, un mundo idílico.
Somos nosotros quienes entronizamos a los influencers: un millón de followers equivale a un millón de individuos que han decidido seguir a ese perfil.
Continuará…