Ana Marta González
Profesora del departamento de Filosofía e
Investigadora del Instituto Cultura
Quien opone vida y razón suele olvidar que, lejos de ser una facultad inerte, la razón tiene intereses, y que son precisamente estos intereses los que prestan a la vida humana su dimensión y relieve más característicos.
Kant los concentraba en torno a tres preguntas fundamentales: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar?, que consideraba que podían resumirse en un cuarto interrogante: ¿qué es el hombre? Aunque estas preguntas conciernen en último término a todo hombre, profundizar en ellas de forma rigurosa es lo propio de esa actividad que llamamos Filosofía.
Que incluso en una civilización pragmática y de miras cortas como la nuestra la Filosofía ocupe todavía un lugar en la educación puede considerarse, en el peor de los casos, una inercia de los sistemas educativos; en el mejor, una apuesta consciente por el único ejercicio de la razón que puede hacer frente al dominio de lo trivial que hoy caracteriza la opinión pública, donde las cuestiones más intrascendentes conviven y remplazan con la mayor celeridad a otras que tal vez merecerían una consideración más detenida.
Distinguir lo importante de lo no importante es para muchos la tarea de toda una vida.
Distinguir lo importante de lo no importante, es para muchos la tarea de toda una vida.
La pervivencia de la Filosofía, más allá de la orientación que cada filósofo imprima a sus reflexiones, constituye por sí sola un recordatorio, hoy particularmente necesario, de que la vida humana no puede considerarse una simple función de la supervivencia; un indicio de que la razón no se satisface con vanos ejercicios dialécticos, al servicio de intereses distintos de la
verdad.
El título de este artículo evoca un libro recién publicado por mis colegas Lourdes Flamarique [Fia 81 PhD 87] y Claudia Carbonell [Fia 99 PhD 06], La posverdad, o el dominio de lo trivial, en el que, tomando pie del debate sobre la posverdad, que afloró con virulencia hace ya casi tres años, se plantea abiertamente la cuestión de la verdad, que es, en definitiva, el gran interés de la filosofía.
Continuará…