Ricardo Fernández Gracia,
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Martínez de Lagos ha estudiado el tema del águila con su presa en la escultura monumental de Álava, en función de su reiterada presencia en ámbitos sagrados, señalando sus precedentes en el arte oriental e hispano-musulmán, recordando, entre otros ejemplos, al águila depredadora de la arqueta de Leire. En la tradición cristiana, engranada ya con el Antiguo Testamento por una visión del profeta Ezequiel, hay que situar a los símbolos animalísticos del tetramorfos, que acabó aplicando San Ireneo a los cuatro evangelistas, haciendo una personal interpretación del capítulo IV del Libro del Apocalipsis. Se presentan los cuatro en forma humana o de ángel (Mateo), de toro (Lucas), león (Marcos) y águila (Juan). En este último caso la asociación vendría justificada por representar lo más elevado y profundo del pensamiento de Cristo, ya que su texto no forma parte de los evangelios sinópticos.
El tetramorfos figura en portadas tan sobresalientes de la segunda mitad del siglo XII, junto a la Maiestas Domini. Así, hemos de citar los ejemplos de San Nicolás y la Magdalena de Tudela, San Miguel de Estella y Santa María de Sangüesa. Particular interés por su tamaño y tipología presenta en el interior del monasterio de Irache un tetramorfos angelomorfo, mucho más usual en pintura que en escultura monumental. Presentan sus figuras cuerpo humano alado y cabeza correspondiente a los tres animales; el de san Marcos es humano en su totalidad. El frontal de esmaltes de Aralar, de fines del siglo XII, está presidido por la figura sedente de la Virgen con el Niño, inscrita en una mandorla almendrada, que se enmarca a su vez en otra lobulada, en cuyas esquinas se coloca el tetramorfos. Las pinturas góticas de la capilla de la Virgen del Campanal en San Pedro de Olite también presentan el mismo esquema de Maiestas y tetramorfos.
El águila que acompaña a San Juan cuenta en Navarra con sobresalientes ejemplos.
El águila que acompaña a San Juan cuenta en Navarra con sobresalientes ejemplos. De ordinario, se suele representar a una escala menor en relación con la figura del evangelista, para no quitarle protagonismo. Entre las águilas más señeras por su tamaño y verismo, en época renacentista y barroca, citaremos las de los retablos mayores de San Juan de Estella (Pierres Picart, 1563), Fitero (Rolan Mois, 1590) y una pintura seiscentista de Marcilla. Por su posición, sirviendo de apoyo al libro con la copa del veneno, mencionaremos la escultura del retablo mayor de Dominicos de Pamplona, obra de fray Juan de Beaubes (1570-1574). En algunas ocasiones, sostiene con su pico el tintero. Por su excepcionalidad y por recordar al mismísimo rapto de Ganimedes por Júpiter, destacaremos una escultura romanista, de fines del siglo XVI, de la catedral de Tudela, en donde el santo tiene un águila entre las piernas, como si fuese a ser transportado a los aires por el ave poderosa. Por lo demás, la presencia de San Juan Evangelista con los otros tres se encuentra en pechinas, retablos y pinturas decorativas de numerosos templos. De pie, sedente, de medio o cuerpo entero e incluso tumbado, en los retablos romanistas sus imágenes y relieves son incontables a lo largo de toda la geografía foral.