Luego de las actividades del Bicentenario de la Independencia
nacional, se hace necesario hacer un análisis de ese recorrido hacia el futuro. Son doscientos años por la construcción de un proyecto de nación que nos permita un porvenir prometedor con oportunidades para todos, incluyente en todo el sentido de la palabra.
El “carácter nacional” se debe establecer como una fuerza que integre todos los esfuerzos de sus ciudadanos en busca de esa ruta hacia el desarrollo, la democracia y la paz tan necesaria para lograr las metas y alcanzar los objetivos nacionales permanentes. Es posible que, debido al cambio de época, sea imperante modificar alguno de ellos en el futuro. Necesitamos esbozar un “alma chapina” que anime y aglutine todos los ideales, proyectos y propuestas de los guatemaltecos de hoy, para heredar un futuro seguro y próspero. Lo anterior no es más que nuestra “Identidad Nacional” enraizada en una cultura tan especial y dinámica, como puede ser el chapín emprendedor, creativo, sin miedo a enfrentar las incógnitas que plantea el diario vivir y sumamente tradicional a extremos de la obsesión, que puede derivar en una cultura de descalificación. Pero son rasgos distintivos independientes de nuestra particular forma de hablar.
Se hace necesario explorar y describir cuál es la estructura que da forma y consistencia al carácter chapín.
El decodificar nuestra identidad atrae a escépticos, académicos, artistas y otros a que se entusiasmen con el reto de descifrar esos rasgos particulares que nos distinguen y marca nuestro día a día, es el primer paso en esta tarea de verificar el pasado de la nación guatemalteca. Luego vendrá el análisis de las decisiones tomadas en torno a la construcción de lo guatemalteco. Particularmente es de suma importancia lo anterior, debido a que nace la plataforma del estado de la situación de hoy y a la posteridad, si no se hace esa gimnasia mental necesaria para implementar una nueva arquitectura de cómo desarrollar a este país en el centro del continente americano, con una posición geopolíticamente estratégica y con la posibilidad de estar cerca de los núcleos de poder y desarrollo del ámbito mundial.
Claro que somos un país entrañable, que pareciera en estos momentos frustrante para algunos habitantes y sobre todo a los oponentes ideológicos, pero si no se profundiza en una observación minuciosa de nuestro acontecer en el diseño de una modernidad que permita la competitividad a Guatemala y a sus habitantes, siempre van a existir limitantes. Debido a una visión que permita la construcción de escenarios posibles y deseables, no hay límites. La geografía, la cultura y la historia tienen una huella indeleble en nuestra alma nacional.
Una noción diferente del tiempo es un obstáculo real para los nacidos en estas tierras, que generan una serie de discrepancias y por lo cual se pierden oportunidades para alcanzar la modernidad. Otros parámetros como la crítica a nuestra democracia, que de por sí es joven y se va ajustando a los nuevos tiempos, como el clima, sensaciones y demandas de la sociedad por alcanzar ideales que imperan en otras latitudes, pero que pasaron por situaciones parecidas y/o peores que las nacionales, son democracias maduras y algunas de antaño. No es buena la comparación, pero si podemos adquirir sus experiencias y fortalecer esa forma de vida y de gobernanza innovadora y por supuesto democrática.
Es indiscutible que se hace necesario explorar y describir cuál es la estructura que da forma y consistencia al carácter chapín, que tiene como elementos medulares el arraigo, la identidad y la ciudadanía, que no es más que el alma de esa fuerza que debe unificar el esfuerzo por una Guatemala moderna, competitiva, respetada y ejemplo de lo que se puede construir pensando en un futuro promisorio para todos.