Ana Eva Fraile
Revista Nuestro Tiempo
Frente al bombardeo de imágenes deslavazadas que entronizan el ahora, Ana Teresa Ortega, Premio Nacional de Fotografía 2020, busca refugio en la literatura para entender el presente. Su exposición retrospectiva en el Museo Universidad de Navarra apuntala la identidad colectiva y rescata el pasado del olvido.
Ana Teresa Ortega (Alicante, 1952) disparó sus primeras imágenes contra el olvido en la década de los noventa. Había cultivado la escultura en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, pero le apasionaba la fotografía. Al terminar sus estudios, en un contexto donde los límites de las disciplinas artísticas se difuminaban, Ortega comenzó a experimentar con ambos lenguajes buscando sinergias. “La única manera de aunarlos era expandir la fotografía, que saliese del marco, que ocupara otro lugar, que ganara volumen”, dice. Así nacieron sus Fotoesculturas: transfería sobre tela o metal imágenes históricas (capturadas de la pantalla del televisor o recicladas de revistas y periódicos), y después las integraba en estructuras tridimensionales. Esta fórmula expresiva híbrida no se entendió en aquel momento, incluso sufrió rechazo por infringir las reglas del soporte plano de la fotografía.
Sus trabajos evolucionaron de la opacidad a la transparencia. El hierro y el acero de la etapa inicial dieron paso a los metacrilatos y los vidrios con los que la autora invitaba a reflexionar, en torno a la idea de la memoria y su construcción. Unos materiales que, además de conferir ligereza visual, facilitan que el espectador entre en la obra “porque funcionan casi como espejos en los que vernos reflejados”.
Esta fórmula expresiva híbrida no se entendió en aquel momento.
Este es el punto de partida de la exposición retrospectiva abierta al público hasta el 10 de octubre, en el Museo Universidad de Navarra. Coproducida con el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, la muestra se inauguró el 14 de abril, después de varios meses en los almacenes a la espera de que las normas de acceso a causa de la pandemia se suavizaran. En palabras de la artista, “es la primera vez que se puede ver esta selección de piezas (fotografías, fotoesculturas, proyecciones e instalaciones desde los años noventa hasta la actualidad) relacionándose entre ellas, dialogando”. Como subraya el comisario, Pep Benlloch, contemplar estos proyectos en su conjunto permite zambullirse con hondura en el tema angular de su producción fotográfica, “diversa y comprometida”: la fragilidad de la memoria histórica.
Ana Teresa Ortega alude en sus primeras obras a los efectos de la cultura de masas sobre nuestra identidad. “Pasado y presente (señala) son tiempos contrapuestos pero simultáneos, que atrapan la memoria del ser humano en su soledad de permanente exiliado”.