Cristian Otoniel Montufar Vásquez
Coordinador de Programas de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública.
La democracia en las sociedades modernas debe dar cobertura teórica al conjunto de iniciativas ciudadanas, movimientos sociales y demás acciones que como tales llenan de nuevos contenidos simbólicos al poder político. El Estado sigue siendo irremplazable y la cuestión básica es la de cómo resolverá sus conflictos que por su naturaleza operan de manera desestabilizadora, sin jerarquías claras o formales entre los Estados.
Sin embargo, esto no sucede siempre porque en la decisión intervienen múltiples variables que hacen que sea la que más convenga a los intereses propios del Estado o la que menos le perjudique.
El análisis de la relación que existe entre Estado y sociedad democrática. Se puede decir que el liberalismo es, principalmente, la limitación del poder del Estado, mientras que la democracia es el poder popular dentro del Estado. Para el liberal, lo prioritario es el método de creación del orden social; para el demócrata, es la creación del orden social justo. Equivale a decir que el liberal pone en primer lugar a la democracia en sentido político, y el democrático, a la democracia en sentido social y económico.
Para el liberal, lo prioritario es el método de creación del orden social; para el demócrata, es la creación del orden social justo.
Entonces, decir que la democracia es más que el liberalismo significa que no es únicamente una forma política y que la igualdad y el bienestar económico son objetivos deseables.
Independientemente de los cambios que ha sufrido el Estado hasta ahora y de los que puedan presentarse en el futuro, la legitimación democrática del poder sobrevive, aunque no puede imponerse a la fuerza y no todos se han convencido de que la democracia puede funcionar, porque necesita de un Estado eficiente y flexible, está difundida la convicción de que un sistema político no durará sin el sostén de una efectiva legitimación popular.
Un gobierno puede perder la confianza de los ciudadanos que lo eligieron, sin que necesariamente el Estado pierda su legitimidad. En un Estado democrático, el cambio de gobierno puede ocurrir con bastante frecuencia, la comunidad política pasa a reclamar para sí el poder; por ese mismo gesto, está desafiando a la autoridad, no del Gobierno, sino del Estado. Y, al hacerlo, deja de ser un programa con específicas atribuciones constitucionales, y que depende del soporte y la sanción de instituciones estatales para existir.