Enrique Baquero Martín
Investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente
En el Antropoceno, los sistemas alimentarios son la principal razón de los cambios en los ecosistemas de la Tierra, incluidos los climáticos. Suponen una gran pérdida de biodiversidad, daño a ecosistemas completos, y alteración de los ciclos globales del carbono, fósforo y nitrógeno. Al mismo tiempo que el desperdicio de alimentos se dispara, 820 millones de personas mueren de hambre (Naciones Unidas 2021), y 2000 millones padecen enfermedades relacionadas con la dieta (WHO 2021; FAO 2019). No parece que los sistemas alimentarios actuales sean saludables ni sostenibles.
La producción de ganado es una de las causas principales del cambio climático, la pérdida de suelo, la contaminación del agua y nutrientes y la disminución de los depredadores y herbívoros salvajes. Pero la producción de alimentos exclusivamente vegetales no está exenta de impactos asociados al medioambiente: parecen ser ambientalmente más sostenibles, utilizan menos recursos y tienen una huella ecológica más pequeña, pero requieren de grandes superficies, tratamientos y comparten la necesidad de transporte a grandes
distancias.
Impactos de la agricultura y ganadería: La agricultura y la ganadería utilizan el 30 y el 40 por ciento de la superficie y son responsables del 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, y del 70 por ciento del uso de agua dulce. Las pesquerías han explotado completamente el 60 por ciento de la población silvestre y sobrepescado otro 30 por ciento (FAO 2018).
El impacto de la cría de rumiantes es mayor que el de otros animales: mayor emisión de metano y mayor producción de alimento para ellos. Según algunas estimaciones (Treu et al. 2017) las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para la producción orgánica de pollo y cerdo pueden ser mayores que las convencionales (crecimiento más lento y menor eficiencia alimentaria).
Los sistemas orgánicos requieren más tierra que los convencionales, aunque con, y debido a, menores aportes totales de nitrógeno por hectárea. El principal cultivo responsable de la pérdida de bosque en el Amazonas es la soja (Mongabay 2017), empleada para producir pienso y como fuente de proteína vegetal en las dietas vegetarianas procesadas. En Brasil, la producción de soja es hoy cuatro veces mayor que la de hace dos décadas. Los cultivos de palma aceitera están haciendo desaparecer ecosistemas enteros.
Las dietas vegetarianas-veganas generan menores impactos ambientales (emisiones de GEI y ocupación del suelo), aunque también producen impactos directos sobre la fauna (Fischer y Lamey 2018). Los sistemas orgánicos ofrecen servicios ambientales, no usan pesticidas, aumentan la resiliencia de la agricultura y pueden mitigar efectos futuros del Cambio Climático en los rendimientos.
Los impactos ambientales de las dietas no solo deben evaluarse en términos de patrones dietéticos, deben integrar los sistemas de producción mirando hacia la conservación.
Motivaciones éticas: El campo de la conservación se basa en la ética, incluyendo la apreciación de la naturaleza, la comprensión de la necesidad de protegerla, y la creencia de que la Tierra debe ser compartida entre los seres humanos y la naturaleza (Leopold 1949).
Los utilitaristas proponen que está mal consumir productos de granjas industriales porque se causa dolor y sufrimiento, apelando a que los animales tienen derecho a un trato respetuoso, a no ser considerados un recurso.
Pero no es cierto que los animales silvestres vivan en paraíso natural y que solo la acción humana les provoque sufrimiento. La escasez de alimentos y agua, la depredación, las enfermedades y la agresión intraespecífica son factores del medioambiente natural que causan sufrimiento a los animales silvestres de forma regular.
Continuará…