Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Entre aciertos y desaciertos, llegamos al Bicentenario de ser un país independiente. Son doscientos años de experiencias en el abordaje de nuestras oportunidades y problemáticas, así como de nuestros desafíos y amenazas en cada una de las épocas de nuestro pasado, que bien que mal hemos enfrentado con un solo ideal, la libertad de nuestra amada Guatemala.
Algunos vociferan que el Bicentenario no tiene razón de celebración, que no es y no se acondiciona a su bienestar ideológico o, posiblemente, es el desconocimiento de cada uno de los momentos que nos permiten llegar a este aniversario de la emancipación de la Corona española. Somos una concepción atípica de cómo logramos separarnos de la autoridad ibérica; imagine la incertidumbre de pasar de ser súbdito a ciudadano, de la noche a la mañana.
De construir un Estado en medio de la incertidumbre política, económica, social, militar y de las ambiciones de otras latitudes, por ser un territorio geopolíticamente estratégico. Visualizar el pasado de nuestro inicio como Estado es de suma importancia hoy día, toda esa experiencia se convierte en una plataforma para construir nuestro futuro. No es válido improvisar en el ejercicio de nuestra nueva oportunidad de desarrollar un proyecto de nación. Ya nos merecemos una patria con oportunidades para todos, pero es un esfuerzo en conjunto donde todas las fuerzas vivas aporten soluciones a nuestro destino, en busca del bien común. Es un momento para reflexionar y planificar qué destrezas y conocimiento necesitan las nuevas generaciones de guatemaltecos; ¿qué Guatemala deseamos heredar?, la Guatemala que soñamos, esa Guatemala que nos merecemos y a la cual nos debemos.
Imagine la incertidumbre de pasar de ser súbdito a ciudadano, de la noche a la mañana
Es en sí la oportunidad de construir un mejor futuro para todos, sin excepción alguna, donde demos lo mejor en beneficio de ese nuevo modelo inclusivo, donde el respeto a nuestras opiniones y profesiones sean garantes de ese derecho a expresar nuestro pensamiento, en una democracia joven que aún le falta madurar; somos una nación joven en comparación con otras y eso nos hace sinuoso el camino hacia la democracia, el progreso y la paz. Tenemos todo para ello: una posición geopolíticamente estratégica, un clima espectacular, bellezas y recursos naturales exclusivos en el mundo, una historia ancestral como herederos de la civilización maya, gente dinámica con mucha iniciativa y creativos sin límites, emprendedores y, sobre todo, seres humanos dispuestos a enfrentar el futuro sin miedo, a resolver las incógnitas del porvenir y desafiar las amenazas asimétricas de este tercer milenio.
Obstáculos siempre van a existir, detractores a los cambios también, pero eso nos obliga hacer más ancha la ruta a la construcción de ese nuevo proyecto, pensando en la seguridad, la defensa y el desarrollo en progresivo, hasta alcanzar ese buen vivir. Al final es nuestro destino como nación, lo consolidamos y nos subimos al tren de la posmodernidad o nos quedaremos viendo cómo otras naciones sin los privilegios de los guatemaltecos nos anteceden y alcanzan niveles de prosperidad superiores al nuestro; es el momento ideal de replantearnos los cambios necesarios, no todo lo existente es anacrónico o inservible, muchas de nuestras decisiones del pasado son válidas para hoy y el futuro próximo.