José Vázquez
Revista Nuestro Tiempo
Mi trabajo, centrado en las familias y el parenting, me ha dado la oportunidad de conocer a gente increíble y culturas apasionantes, desde Senegal hasta Rusia, pasando por Guatemala. Antes de la pandemia, amigos y compañeros de trabajo nos reuníamos en la cafetería de Naciones Unidas. En mi primer año organicé un grupo de WhatsApp para que quien fuera a tomar el lunch en el comedor de la ONU avisara. De este modo hemos logrado comer siempre en compañía. Así, entre cristianos, musulmanes, agnósticos, budistas y ateos hemos forjado amistades duraderas.
El momento más esperado del año suele ser el fin del Ramadán, cuando toda la ciudad sigue sumida en su frenesí pero a los empleados en la ONU nos conceden fiesta. Sin mucho tráfico ni aglomeraciones, viajamos a las playas cercanas y disfrutamos compartiendo tortilla de patata, tradiciones senegalesas y delicias noruegas. También he podido conocer in situ otras culturas: hace unos años nos invitaron a una conferencia sobre integración juvenil en Catar, donde el lujo asiático y el pudor árabe se mezclan. Allí coincidí con un budista y un francés en un trayecto por el desierto a lomos de camello con un guía saudí al son de una playlist de reguetón. Viaje a Catar. Actividad turística en el marco de la conferencia sobre integración juvenil celebrada en Doha en 2018.
El momento más esperado del año suele ser el fin del Ramadán.
En medio de la cuarentena, dos de mis hermanos decidieron casarse. Agustín y Rebeca en Nueva Jersey, el verano pasado, y Sebastián y Alexia, en Andorra y Ecuador, unos meses después. Gracias a la facilidad de movimiento que mi trabajo me ha dado, pude estar presente en las bodas, a pesar de los retos logísticos.
Esta última temporada, el mundo ha estado sumido en una precariedad nunca antes vista.
Por eso, la actividad multilateral cobra mayor relevancia y en especial para las familias que han sufrido lo más duro del impacto: desde los niños que se han quedado sin escuela hasta las personas mayores con más riesgo de contraer la enfermedad. Es palpable en la actitud de varios países que han colaborado con la vacunación, con los tratamientos más eficaces, con modelos y estrategias económicas y sociales para paliar lo que queda por venir. Hay un clima de mucha esperanza, ganas de transformar y recuperar el tiempo perdido. Al igual que Nueva York, el mundo, reflejado en cada delegación de Naciones Unidas, saldrá reforzado de esta pandemia.