La llama tricolor (azul, roja y verde) del movimiento paralímpico iluminó el cielo de Tokio durante la ceremonia de apertura de estos Juegos, los cuales no cuentan con la participación de deportistas afganos, homenajeados en la gala, pero sí con un equipo de refugiados que abrió un desfile que contó con la presencia de 162 delegaciones. Sin público en el estadio, por las estrictas medidas de seguridad para hacer frente a la pandemia del Covid-19, los pocos asistentes a la ceremonia pudieron disfrutar de una historia desarrollada en un aeropuerto y con las alas de los aviones como protagonistas, como metáfora del impulso que mueve a los deportistas con discapacidad a cosechar éxitos extraordinarios en sus vidas.
Ese momento musical dio paso a la entrada en escena de una hélice gigante que fue enviando globos rojos, verdes y azules desde tres direcciones, mientras unos bailarines de danza contemporánea, dirigidos por Kaiji Moriyama, se movían con las ráfagas de viento.
Se lanzaron 378 fuegos artificiales, también de 3 colores, que cambiaron la sintonía del guion a la electrónica para empezar el desfile de los 162 países participantes en estos Juegos, 3 más que en Río de Janeiro, incluidos Paraguay, Bután, Maldivas y las islas caribeñas de Granada y San Vicente y las Granadinas, que debutan en la mayor contienda mundial del deporte de personas con capacidades diferentes.
Los primeros en desfilar fueron los 6 integrantes del equipo de refugiados, el resto de países avanzó según el abecedario japonés. Guatemala desfiló con sus dos únicos atletas en contienda, Isaac Leiva y Ericka Esteban.
Esa explosión de color que supuso el desfile siguió con otra, en la que varios artistas disfrazados se dejaron llevar por el movimiento de la escenografía realizada por Yohei Taneda, director de arte de la película El mundo secreto de Arriety y que ha trabajado con el estudio Ghibli.
Los discursos institucionales los abrió Seiko Hashimoto, presidenta del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que puso en valor el protagonismo de Tokio como la primera ciudad de la historia que celebra dos veces estos Juegos, luego de hacerlo por primera vez en 1964.
Las guitarras eléctricas también tuvieron su protagonismo en la ceremonia con la actuación de un cuarteto de rock que lideró Tomoyasu Hotei, uno de los guitarristas japoneses más famosos, autor de la canción Battle Without Honor or Humanity para la película Kill Bill de Quentin Tarantino.
El broche final lo puso el encendido del pebetero. Los deportistas paralímpicos Yui Kamichi (tenis), Shunsuke Uchida (boccia) y Karin Morisaki (halterofilia), quienes fueron los encargados de subir los últimos metros, en sus sillas de ruedas, para encender el pebetero, que iluminó el cielo de Tokio con un chispazo provocado por mil fuegos artificiales.