Guillermo Monsanto
Guatemala es un país de artistas. Las letras, las artes escénicas y las visuales cuentan con un enorme contingente de protagonistas brillantes cuyas proyecciones creativas los honran y los hacen destacables dentro y fuera de Guatemala.
La carrera inicial de Lezzueck Asturias comienza en la década del noventa a la par de autores como David Halfon, Renato Osoy, Darío Escobar y Regina José Galindo, todos destacados artistas de la bisagra del entre siglo XX y XXI. Tempranamente marcha a Alemania para estudiar en la prestigiosa Escuela de Dibujo y Pintura de Weimar, de la cual es hoy profesor. En Europa asume el apellido de su madre para presentarse al público como Lezzueck Coosemans; acá conserva su apellido paterno y se le ve fluir en diferentes tipos de actividades entre subastas, museos y galerías de arte.
Ya en Alemania resolvió un problema que a muchos artistas les cuesta comprender. Que la pintura no es solo pintar lo que se ve, sino lo que se siente. De este modo se encontró con la corriente metafísica y un nuevo surrealismo en que le da cabida al ser humano, la flora, pero especialmente al reino animal. Su pintura es una sublimación de conciencia y el anhelo de convivencia natural entre las especies y el hombre.
Tempranamente marcha a Alemania, para estudiar en la prestigiosa Escuela de Dibujo y Pintura de Weimar.
Haciendo suyos colores difíciles de conjugar, Asturias genera un hábitat de luminosos colores agua y celestes pastel en que el vital líquido y la límpida atmósfera resaltan como medios sublimados de paz y belleza. El mar, siempre sereno, como fuente germinal de vida, es el soporte de caracolas, barcas y otros transportes que siempre parecen migrar hacia nuevos derroteros. Como si sus pasajeros estuvieran buscando una tierra prometida llena de esperanza, añoranzas y buenos augurios.
La composición es armoniosa; siempre hay un balance que resuelve ya con la incorporación de sus distintos sujetos o bien con la buena administración del pigmento y otros elementos. Cada obra es una ventana a un mundo fantástico, digno e ideal. A pesar de valerse de lo cotidiano del conocimiento, cada cuadro es una sorpresa cuya historia fascina por su elegancia.
Osos, aves de plumas exóticas, misteriosas y hieráticas féminas, tigres, ballenas, conejos, pájaros dodo, focas, en fin, una inagotable arca de Noé nutre su imaginación, la cual el propio artista define como “una narrativa poética visual que trata sobre la flora, la fauna y las personas”; también indica que su misión es la de trasmitir un mensaje positivo y lleno de esperanza para el espectador”. Pero también hay una advertencia, ya que “los elementos de la imagen se refieren simbólicamente al papel crucial de los humanos en la interacción” con el medioambiente.
Su fotografía es eminentemente escénica y comparte con su pintura los aires surrealistas. Hay en ella solidez y seguridad. En otras palabras, dialoga consistentemente.