sábado , 23 noviembre 2024
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Vulcanismo y cambios climáticos (II)

Esther Lasheras 

Investigadora del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente de la Universidad de Navarra.

Como muchas disciplinas en geología, solo tenemos que mirar al pasado y ver qué ocurrió con otras especies cuando se emplazaron las principales manifestaciones de estas grandes plumas mantélicas. 

En este sentido, es conocida su correlación con las cinco grandes extinciones producidas a lo largo de la historia del planeta. 

La razón es bastante evidente, una erupción de estas características produciría cambios de tal magnitud en la atmósfera, que no solo la oscurecería durante años sino que modificaría, incluso, su composición. 

Además de los efectos dañinos causados por los gases emitidos (debido a la toxicidad directa de compuestos como SO2 o Hg), las cenizas expulsadas durante la erupción producirían un enfriamiento global, como consecuencia de la disminución en la radiación incidente. 

A lo anterior, habría que sumar otros efectos como la destrucción de la capa de ozono (consecuencia de la emisión de compuestos halogenados) o la acidificación del medio como resultado de la emisión de compuestos sulfurados.  Todo ello impediría el desarrollo de la vida de vegetal y conduciría a una pérdida masiva de  especies. La última gran extinción (la 5a.), producida hace 65 millones de años, coincidiendo con el famoso límite cretácico-terciario, produjo la desaparición del 75 por ciento de las especies del planeta; entre ellas, los dinosaurios. 

La hipótesis más aceptada actualmente establece que esta extinción se produjo por el cambio en el clima producido por el impacto de un meteorito de grandes dimensiones en la zona de México. 

Sin embargo, coincidiendo con ese momento descrito, se produjo el  emplazamiento de los basaltos del Deccan en la India, lo que ha llevado a parte de la comunidad científica a postular que pudo ser el efecto combinado de ambos eventos catastróficos el que causó la desaparición de los dinosaurios.

La pregunta que nos podemos hacer es si es posible actualmente una manifestación magmática de esas
dimensiones. 

La respuesta es que no es posible saberlo. Una de las mayores cámaras magmáticas que se encuentran subyaciendo la corteza terrestre es la de Yellowstone que tiene, según el Servicio Geológico de los EE. UU. (USGS), un tamaño de 40 por 80 kilómetros. 

Esta manifestación magmática parece ser heredera de la que dio lugar al emplazamiento de los basaltos del río Columbia, que ha ido migrando hacia esta zona debido al movimiento de las placas tectónicas. Pese a estar tan intensamente monitorizada como lo está, no se puede predecir su salida a gran escala a superficie.

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