Patricio Ramírez Azócar
Director Centro de Apoyo al Desempeño Académico – Concepción
Hace unos días y, mientras estaba en plena competencia para llegar a una final olímpica en Tokio, la gimnasta estadounidense Simone Biles decidió restarse de esa posibilidad, considerando lo que ella estimó mejor para sí misma: concentrarse en su salud mental y no comprometer su bienestar.
Para entender un poco la citada decisión, Biles explicó que mientras está en escena (competencia), se encontraba “sola con su cabeza” y lidiando con lo que ella denominó “sus demonios”.
A muchos seguidores debe haber sorprendido cómo una de las competidoras con más posibilidades de ganar alguna medalla haya tomado esa determinación.
Lo anterior, sobre todo, considerando las miles de horas de entrenamiento para estar en ese merecido lugar, según sus desempeños anteriores a nivel nacional e internacional.
Porque es claro, cientos de otras atletas de la misma especialidad quedaron a nada de puntaje de haber llegado a la cita olímpica y deben haber visto con atención lo que Biles estaba comunicando al mundo.
Pero para la gimnasta estadounidense, nada ha sido fácil y de ello da cuenta todo lo que, muy a su pesar, se ha sabido de sus experiencias infantiles donde experimentó abusos, maltratos y negligencias.
Lo que ocurre con Biles es una muestra muy clara de cómo la salud mental debe ser vista en sus diferentes dimensiones o componente.
Es decir que la relevancia de lo que no anda bien para la persona respecto de sí misma y de sus malestares y síntomas es tan importante como otros ámbitos donde sí hay buen funcionamiento.
Por ello, cuidar la salud mental no implica solo el tratar los síntomas o atender a los problemas en la experiencia emocional o relacional individual.
También es necesario hacer esfuerzos por mantener saludable lo que sí está bien, es decir, las áreas emocionales, psicológicas y sociales donde hay bienestar en la persona.
La salud mental de los seres humanos, en los mencionados términos, debe ser mirada en su estado completo.
En ese sentido, la gimnasta Biles nos muestra justamente esto, que en ella hay una serie de problemas que enfrentaría durante la competición y que muchas veces logra mantener controlados y ser exitosa, seguramente con un alto costo personal.
Es de suponer que son dificultades que se le presentan más allá de la gimnasia artística y, por otro lado, que tiene áreas de bienestar que también experimenta y que merecen ser cuidadas.
Tal como lo ha señalado la deportista estadounidense, con el apoyo psicológico en otros períodos de su vida, ha logrado recuperar la confianza y es justamente una sensación que merece ser cuidada.
En tiempos en los que los problemas de salud mental están bastante más visibles, quizás por la crisis sanitaria que experimentamos en todo el planeta, resulta del todo coherente que despleguemos todas las iniciativas para ayudar a las personas a solucionar sus dificultades psicológicas y emocionales.
Pero la preocupación por la salud mental estaría incompleta si es que no acompañamos esas instancias con acciones que favorezcan que más personas mantengan su bienestar mental.
En esa línea, la gimnasta Simone Biles tomó una decisión que puede ser incomprendida por muchos.
Sus éxitos deportivos han sido el fruto de mucho trabajo, esfuerzo y un equipo de gente detrás, pero eso no estuvo en esta ocasión por sobre otros ámbitos de su vida que tanto le ha costado construir y sentir seguros.