Paola Bernal, Lucía Ferrer y Miguel Iriarte
Revista Nuestro Tiempo
En su ensayo ilustra cómo, a pesar de las intenciones de silenciarlas, “de forma casi milagrosa, algunas mujeres lanzan desde surincón una mirada original y fulminan los muros que las aprisionan”.
Para ella, escribir es una necesidad vital. Desde los 8 años redacta pequeños textos; sabía que quería ser escritora.
Agradecida con su paso por Heraldo de Aragón, con el éxito del libro y las sorpresas que venían de la mano, Irene menciona una carta que le mandó Mario Vargas Llosa.
“El amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida”, escribió el premio Nobel peruano. Consideró una osadía enviarle un ejemplar con un “espero que le guste”, teniendo en cuenta la cantidad de autores y editoriales que le hacen llegar sus novedades. Y, sin esperarlo, recibió una respuesta digna de enmarcar.
Guarda este recuerdo y este sentimiento con cariño “para devolverlo cuando se presente la oportunidad de ser generosa con los escritores que
lleguen después”.
Irene debe marcharse y continuar su visita por la Universidad. Conocerla es como coincidir con la encargada de preservar el ambicioso proyecto de la biblioteca de Alejandría, alguien que protege el conocimiento para velar por las siguientes generaciones.
Al mismo tiempo, procura compartirlo para que la llama del saber no se extinga y se reconozca su luz en todos los rincones: “Los clásicos nos mueven a actuar y por eso son tan imprescindibles; han impulsado la creatividad época tras época, despiertan los ecos que nos ponen en contacto con el imaginario esencial de nuestra cultura”.