Hernán Cheyre
Director del Centro de Investigación Empresa y Sociedad, CIES
Un análisis del cuadro económico actual chileno permite concluir que luegode la vigorosa recuperación de la economía que se va a manifestar este año, los períodos siguientes se perfilan menos auspiciosos. La información disponible en cuanto a crecimiento tendencial de la economía (es decir, la expansión del PIB que considera que los factores productivos disponibles son utilizados con una intensidad normal y el nivel de productividad es el de tendencia) proyecta para fines de la década una tasa de expansión que no es muy distinta del crecimiento de la población (1.8%), lo cual va a conducir a un estancamiento del PIB per cápita.
No cabe duda de que esta es una mala noticia, por cuanto el crecimiento de tendencia condiciona en buena medida lo que pueda ser la recuperación de los puestos de trabajo en el mediano plazo, materia en la cual estamos con un déficit importante. Pero hay también una buena noticia: lo anterior no es una maldición inamovible que no pueda romperse si las cosas se hacen bien. No se debe confundir “crecimiento tendencial” con “potencial para crecer”. Lo primero está muy influido por la tasa de ocupación, por la disponibilidad de stock de capital físico y humano, y por la productividad. Pero el “potencial para crecer” apunta a algo que va más allá, y que tiene que ver con lo que podemos lograr como país si aprovechamos los recursos que tenemos y el talento disponible.
Las noticias que se han conocido en los últimos meses en materia de emprendimientos chilenos que han logrado florecer, insertándose más allá de nuestras fronteras, tuvieron su broche de oro hace muy poco, luego de una exitosa ronda de financiamiento que culminó el startup NotCo, que se tradujo en una valorización de mercado de esta naciente compañía de aproximadamente US $1 500 millones (“unicornio”, en la jerga del capital de riesgo). Este ejemplo da cuenta de que existe en Chile capacidad y talento para lograr cosas “grandes”. Es que en el marco de una “economía del conocimiento”, donde el uso de las tecnologías digitales permite una más fluida relación con el resto del mundo y las barreras a la innovación y a la globalización han caído en forma
significativa.
¿Quién hubiera imaginado que a partir de la creatividad de jóvenes chilenos, asociados con extranjeros y con acceso a redes internacionales, se iba a desarrollar una tecnología para producir alimentos saludables, cuyas proyecciones son aún insospechadas? ¿Hubo una planificación estatal detrás de esto? En absoluto. Fue el espíritu emprendedor de personas motivadas por contribuir a la descontaminación del planeta el que permitió este salto, habiendo logrado dar forma a un proyecto exitoso, el cual ha sido validado por los propios consumidores, prueba decisiva para que una innovación sea considerada como tal. La intervención estatal se redujo a la facilitación de recursos y apoyo cuando el proyecto estaba en sus fases iniciales, tal como ocurre con todos los emprendimientos que postulan a Corfo con este propósito.
Obviamente no todos los nuevos emprendimientos van a llegar a ser NotCos, pero lo que muestra este caso es que “sí se puede”, tal como ya se observa en varios otros casos que la prensa ha destacado, y en muchísimos más que operan en una escala menor en los más diversos ámbitos, y que paulatinamente se han ido consolidando.
Tomando en cuenta que los nuevos emprendimientos son los principales generadores de nuevos puestos de trabajo, y que la motivación por emprender es muy alta en el caso de Chile, no cabe duda de que hay en el país un elevado potencial para retomar con fuerza el crecimiento económico. Lo que se requiere es crear condiciones de entorno que sean amigables con el emprendimiento (básicamente, profundizar la competencia en los distintos mercados, haciéndolos “desafiables” por nuevos entrantes), una cancha más pareja y políticas públicas que no resulten asfixiantes. Difícil, pero no imposible.