Verónica Villarroel Henríquez
Facultad de Psicología
En la antigua Grecia se recurría a los dioses frente a los conflictos. Ellos utilizaban el “Espejo de la Verdad” para resolverlos. Ubicaban ante el cristal a los involucrados, y reflejaba a quien tenía la verdad. Así se solucionaban problemas, hasta que algunos codiciaron el artilugio, iniciándose altercados por apoderárselo. En una de esas disputas, el espejo se quebró en tantos pedazos como personas había. Los dioses asignaron a cada uno un fragmento del espejo. Desde entonces, los humanos estamos condenados a juntarnos y conectar cada pieza rota del espejo para acceder a “la verdad”.
Como plantea la leyenda, es razonable pensar que la verdad se construye al aportar, entre todos, el fragmento del espejo concedido a cada uno. Pero, ¿qué aportamos con este pedazo? Esa fracción de verdad que cada uno posee contiene experiencias personales, costumbres familiares y creencias. Encierra vivencias emocionales, por ejemplo, asociadas a situaciones donde hemos sido discriminados, o bien, tuvimos privilegios que nos hacen especiales.
Esto desarrolla una visión de mundo, para algunos indigno y necesario de refundar, o justo como para mantener. Con su verdad, algunos abogan por liberar presos políticos y otros niegan su existencia tras el estallido social. Algunos aplauden el sistema de AFP, otros denuncian su estafa. Algunos anhelan otra dosis de vacuna, otros rechazan inocularse. Algunos creen en la vida tras la muerte, otros se juegan todo en esta tierra. ¿Cómo lograr acuerdos con estas distintas verdades? En el experimento “gorila invisible”, de psicólogos de Harvard, se exhibía un video de un partido de básquetbol a un grupo de personas, por un minuto. Se les pedía contar la cantidad de pases que hacían solo los jugadores vestidos de blanco. Al finalizar se les pregunta el número de pases. Pero, en realidad, importaba otro evento.
Esto desarrolla una visión de mundo, para algunos indigno y necesario de refundar.
En la mitad del video aparecía una persona disfrazada de gorila. Se detenía entre los jugadores, miraba a la cámara, levantaba el pulgar y se iba. Junto con el número de pases, a los espectadores se les preguntaba: ¿Notó algo inusual mientras contaba los pases? No, respondieron la mitad de ellos. Pero, cuando volvieron a mirar el video, sin contar los pases, atónitos vieron al gorila.
Este experimento se ha repetido muchas veces, bajo distintas condiciones, audiencias y países. Los resultados son los mismos. La atención concentrada en los pases, los ciega a advertir lo inesperado, aun cuando sea prominente.
Hoy, Chile enfrenta grandes desafíos: el trabajo de la Convención Constituyente, las elecciones presidenciales, las consecuencias de la pandemia en educación, trabajo y salud, y los corolarios del interrumpido estallido social. Todos estos retos requieren de diálogo, compartir perspectivas y llegar a acuerdos. Suponen liderazgos capaces de salir de su propia porción (o vereda) de la verdad, para comprender la de otros. Dejar de poner excesiva atención a la propia historia, identidad y visión de mundo, para empatizar con otras vivencias. Las personas, inconscientemente, tendemos a escuchar ideas que son más coherentes con las nuestras, en comparación con aquello que resulta desconocido o ajeno.