domingo , 24 noviembre 2024
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El público y Dios quieren ver cómo interpretas a Vivaldi (III)

Marcos Ondarra

Revista Nuestro Tiempo 

Se puede rezar y estar en la presencia de Dios mientras uno come, pero es mejor no comer mientras uno reza. Jesucristo es Dios y hombre a la vez, es puente. Los antiguos romanos tenían al pontifex entre los cargos públicos de la ciudad, comprendían que el sacerdote era el que unía cielo y tierra. Y Jesucristo, siendo a la vez Dios y hombre, también tiene esa función. Pero eso no significa que la tierra sea el cielo, sino que se puede pasar de un lado al otro.

Para evocar lo sagrado, la música debe “usar ritmos distintos, melodías diferentes, armonías y colores que contrasten con lo que suena en la radio”. Si no, podría darse el caso de que la gente confundiera la iglesia con una discoteca: “A veces pensamos que para atraer a los jóvenes a la Iglesia hay que actualizarse. Y es cierto. Pero habría que ver en qué. Quizá solo estén buscando a Dios, y Él es siempre actual”.

Cuesta encontrar a Dios en el arte, hoy. La mayoría de los artistas buscan transgredir, provocar… no la armonía, la paz y la belleza. El arte es el reflejo de lo que se piensa y se vive. Tal vez por eso nos cuesta reconciliarnos con el arte contemporáneo. Somos inmaduros para reconciliarnos con nuestra verdadera imagen. El mundo es más rápido, caótico y ruidoso que antes. No sé si comparto la filosofía de John Cage, pero en su 4’33’’ hay algo profético: lo que la gente necesita escuchar hoy es el silencio, para darse cuenta del ruido que nos rodea continuamente. 

El arte es el reflejo de lo que se piensa y se vive. Tal vez por eso nos cuesta reconciliarnos con el arte
contemporáneo.

¿Llegará un momento en el que la sociedad se canse de tanto ruido? Imagino que lo mismo se preguntaron hace un siglo al escuchar a Schönberg. Y después llegaron disonancias, todavía más atrevidas que las suyas. Lo cierto es que en la actualidad hay muchos compositores que están volviendo a cierta simplicidad y armonización. Es algo que también interpela: el orden y la armonía dentro de un mundo caótico.

 Ese es, en opinión del violinista, el camino sobre el que debe discurrir la música litúrgica en los próximos años. Acaso porque la armonía y simplicidad remiten a lo sumamente armónico y simple, que es Dios.

Rezando y tocando, la vida del sacerdote eslovaco transcurre con el equilibrio de la melodía de Tchai-
kovsky. La música es un arte que se nutre de otros artes, a los que vampiriza, como el de vivir y el de amar. Por eso, Andrej Matis tiene un proyecto vital y violinístico que es consciente de los enriquecimientos mutuos que se dan en quienes crean cuanto viven y viven cuanto crean.

Matis es el ejemplo de que la banalidad no carcome a toda la juventud, de que esta sí se preocupa por los grandes temas sobre los que debe orbitar la existencia.

 ¿Siente un alejamiento de la juventud hacia el Creador? Los jóvenes tienen que aprender a compaginar la dimensión virtual con lo que experimentan offline. Internet es seductor, se lo pone fácil al individualista que necesita satisfacer todos sus deseos aquí y ahora, pero las relaciones entre personas en el mundo no virtual son distintas. Las personas no funcionan como la tecnología, no responden siempre de un modo previsible e inmediato. En este sentido, el encuentro con el arte puede ser transformador.

¿No le parece que la juventud ya es suficientemente sentimental, para insistir todavía más en la dimensión estética de la vida? ¿No es más bien la formación intelectual lo que se necesita hoy? El arte no es una cuestión puramente sentimental. Esa es una visión muy del siglo XIX, aunque el proceso ya había empezado probablemente en el Renacimiento. Es mucho más que los sentimientos, intenta transmitir un mensaje. Pero este mensaje también se puede transmitir con otros medios menos elaborados. ¿Para qué sirve entonces el arte? Sí y no. En realidad, el arte tiene otra dimensión que hoy está un poco ausente. No se puede guardar dentro de una caja, no se puede dominar del todo, nos trasciende. En ese sentido, es como una persona: no está ahí para responder siempre a unas órdenes o exigencias, como sucede con el móvil. Nunca se sabe lo que puedes esperar de alguien, aunque creas que lo conoces bien. Eso es lo bonito: cada uno de nosotros es un misterio inagotable.

    Continuará…

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