Sergio Verdugo
Profesor Investigador de Facultad de Derecho
La consistente baja participación en los procesos electorales de los últimos años en Chile, especialmente a partir de la aprobación de la reforma constitucional que estableció la voluntariedad del voto, debe preocuparnos. Es sensato discutir alternativas para promover una participación más alta. Lamentablemente, el debate sobre las causas de la abstención electoral y los argumentos a favor de la medida más popular que la Cámara de Diputados aprobó (establecer la obligatoriedad del voto), todavía no han incorporado alternativas.
Hay tres cuestiones que tener presentes en este debate. Primero, el debate sobre el voto obligatorio no ha generado consenso académico. La evidencia comparada no es concluyente, y existen buenas razones para defender ambas posiciones.
Por supuesto, de ello no se sigue que ambas posiciones tengan justificaciones equivalentes, pero sí ambas ofrecen razones que, en abstracto, pueden ser aceptadas por cualquier demócrata liberal.
Las alternativas de diseño producen efectos, aunque algunos sean difíciles de medir o demostrar.
Mientras una de ellas enfatiza el valor de la libertad individual, el derecho a (no) participar y la libertad de expresión, la otra enfatiza el deber de contribuir a legitimar instituciones representativas necesarias para una democracia constitucional. También hay quienes no ven una contradicción entre los derechos políticos y el deber de sufragar. Todas estas posiciones son defendibles.
Segundo, las alternativas de diseño producen efectos, aunque algunos sean difíciles de medir o demostrar. Mientras el sistema de voto voluntario hace más impredecible el resultado de las elecciones (pese a la existencia de tendencias que pueden observarse) e incentivan a los candidatos a movilizarse para atraer más votantes, el sistema obligatorio estimula a los candidatos a focalizar sus esfuerzos en grupos más heterogéneos.
El voto obligatorio podría eliminar un problema de free riding y garantizar un cierto nivel de participación, aunque no se sepa con exactitud qué porcentaje de participación fue genuina y espontánea. El sistema no permitiría que sean los propios ciudadanos los que puedan decidir si están lo suficientemente informados e interesados como para emitir su voto.
Hay quienes creen que el voto obligatorio puede hacer que un grupo de ciudadanos vote de manera menos seria; por ejemplo, por candidatos anti-sistema, por populistas, por joke o donkey candidates, aunque la evidencia suele estar basada en estudios de casos difícilmente generalizables. Tampoco existe mucha evidencia de que estimule a las personas a informarse más, ni de que los congresos electos puedan reflejar mejor los deseos de la opinión pública.
Continuará…