Juan Alberto Lecaros Urzúa
Director Observatorio de Bioética y Derecho
El Estado en la sociedad del conocimiento debe asegurar el derecho a la educación como un medio para empoderar a las personas como agentes de cambios, responsables en la transformación social.
La Constitución tiene que dar el marco para una política legislativa que pueda flexibilizar los procesos y fines educativos, potenciar el uso de las nuevas tecnologías en la educación, fomentar la sociedad del aprendizaje y orientar la formación de personas considerando las necesidades de los distintos territorios, contribuyendo a la formación permanente de los trabajadores. Las instituciones de educación superior deben ser sistemas adaptativos que impulsen los cambios tecnológicos y sociales, entregando formación a lo largo de la vida.
La pandemia nos ha enseñado que no es posible una política de salud sin fortalecer las capacidades científico-tecnológicas, el acceso a datos locales y las redes científicas de colaboración internacional. Transitar hacia el paradigma de “una salud”, requiere de un Estado capaz de fomentar el conocimiento aplicado en un modelo de sustentabilidad que asume que el capital natural es insustituible y que la tecnología se adapta a los procesos biosféricos.
Para transitar en este proceso social necesitamos de una actitud despierta.
La economía en este paradigma de sustentabilidad debe estar orientada a maximizar su potencial de valor, gracias al conocimiento en todos sus sectores productivos (energía, minería, agricultura, acuicultura, turismo y otros).
Para ello, el Estado debe promover el libre acceso al conocimiento, pero también reconocer la necesidad de protección de los activos tecnológicos y la innovación, promoviendo un sistema regulatorio capaz de ponderar los intereses en juego; vale decir, el acceso, los derechos de propiedad, la promoción de la innovación, el reconocimiento a los creadores.
Para transitar en este proceso social necesitamos de una actitud despierta, una sabiduría que radicará en reconocer con humildad que el momento justo (Kairós) no es fácil y que no tenemos todas las respuestas, aunque en ese espacio abierto de preguntas es donde se dibujará nuestro destino, nuestro hábitat social para el conocimiento, por lo que constituye una oportunidad única para comenzar a recorrer nuestro propio camino, con todo lo que ello implica: explorar, aprender, equivocarnos, corregir y avanzar.