Rodrigo Fernández Ordóñez
Director PresidenteComisión Nacional de Energía Elé[email protected]
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos surgieron como una potencia indiscutible de proyección mundial, que tras la Conferencia de Yalta había acordado con la otra potencia mundial, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la división del mundo en áreas de influencia.
En el caso de los Estados Unidos, la geografía impuso el criterio lógico que América continental fuera el área natural de influencia de la naciente superpotencia, y como consecuencia se consolidó el interés en esta región que venía desarrollándose de forma bastante desigual desde que a inicios del siglo XIX se emitió la famosa “Doctrina Monroe” y su lapidario corolario de “América para los americanos”, y que presuponía el destierro de las intervenciones europeas en las inmaduras naciones del conteniente, como la invasión francesa a México, la ocupación inglesa del Puerto de San José en Guatemala y un larguísimo etcétera.
En Guatemala, concretamente, se determinó que los mejores mapas e inventarios de recursos naturales y estudios antropológicos hasta esa fecha habían sido desarrollados por alemanes y que, por su parte, Estados Unidos apenas había iniciado los estudios de la región a inicios del siglo XX, con las investigaciones de Sylvanus Morley en el área de la arqueología, Wilson Popenoe en la agricultura o Sol Tax en la antropología, que produjeron un sólido material interpretativo, pero cuyos estudios se vieron interrumpidos por el conflicto mundial. Al término de la guerra se creó Cartografía Nacional, una institución apoyada con asistencia técnica de los Estados Unidos que elaboró mapas de toda la república por medio de fotografía aérea, logrando cartas de muy alta calidad.
Al término de la guerra se creó Cartografía Nacional.
A este esfuerzo se sumó en la década de los 60 la ONU, que no solo tecnificó a esta institución sino además le dio amplitud al concepto de “geografía”, liberándola de la restrictiva interpretación de los accidentes geográficos, para abarcar asimismo la demografía, las migraciones internas o desplazamientos, la sistematización del registro de los recursos naturales y la planificación de su explotación. El resultado fue la creación del Instituto Geográfico Nacional (IGN), al que algunos recuerdan le llamaban “el hospital”, por la concentración de doctores en ciencias físicas y de la tierra que laboraban para él, desarrollando un trabajo altamente técnico y especializado. Sin embargo, el conflicto armado interno alcanzó también al IGN cuando luego de los constantes hallazgos de mapas de esta institución en campamentos y buzones de la guerrilla llevó a que se interviniera y se le pusiera bajo el control directo del Ejército. Así pasó a llamarse Instituto Geográfico Militar (IGM), y el concepto de geografía retrocedió nuevamente al mero registro de los accidentes naturales de nuestra rica orografía.
Así, otra de las víctimas del conflicto armado interno en Guatemala fue la planificación y el aprovechamiento racional de los recursos naturales, amén de la planificación urbana y otras herencias que plantean retos diarios para lograr una Guatemala ordenada y sostenible.