Jesús C. Díaz
Director de la revista Nuestro Tiempo
El 27 de abril de 2021 asesinaron en Burkina Faso a David Beriain, periodista que preparaba un reportaje sobre la caza furtiva en aquel país. El cámara vasco Roberto Fraile, el irlandés Rory Yaoung, miembro de una ONG protectora de animales, un ciudadano burkinés y él se vieron envueltos en un triángulo mortal compuesto por cazadores, terroristas islámicos y policías. Como tantas otras veces, matar al mensajero se convirtió en la opción más a mano y, a la vez, más inhumana.
David estudió en la Facultad de Comunicación, a la que volvía para transmitir experiencia sobre su labor como reportero de guerra y de investigación. Sentía el deber de contar qué ocurre en la frontera entre la razón y la barbarie. Creía, según la tradición del mejor periodismo, que contribuía a mejorar el mundo, empezando por él mismo. “Estoy seguro de que no se puede ser buen reportero siendo mala persona. (…) No sé si soy buena persona o buen periodista, pero si me dan a elegir, prefiero ser mejor persona”, comentó en 2015 en el campus.
David repetía estos cinco puntos de memoria, probablemente porque llevaba años tratando de ponerlos en práctica.
El artajonés recordó siempre su primera clase de Redacción. En ella, el profesor explicó en qué consistía la escritura: saber mirar, saber escuchar, pensar sobre lo visto y escuchado, expresar esa reflexión y, de este modo, llegar a conocer un poco más la naturaleza humana. David repetía estos cinco puntos de memoria, probablemente porque llevaba años tratando de ponerlos en práctica.
No es una mala hoja de ruta para el momento presente, después de más de un año de pandemia. Hemos aprendido, casi seguro, a mirar y a escuchar de otra manera a las personas, en especial a quienes sufren. Pero es probable que necesitemos ir más allá y reflexionar, expresar lo que llevamos dentro (quizá cansancio acumulado y cierta sensación de que todo está algo desangelado, como un estadio de futbol o un auditorio vacío). Y, por supuesto, nos preguntamos sobre nuestro aprendizaje acerca de la condición humana y lo que llamábamos “vida normal”.
Aquel profesor de David era Paco Sánchez. A él y a su vagón-bar les remito para seguir descifrando el apasionante tiempo que vivimos.