Sereno, amable y elegantemente ataviado de negro, el violonchelista guatemalteco se dispone a cautivar a su público.
Concentración absoluta, mirada fija en la partitura y dedos que se deslizan entre el arco y el violonchelo para brindar un recital, de los muchos que ha presentado durante más de 30 años desde que empezó su carrera, a los 8. El maestro Ricardo del Carmen Fortuny proviene de una familia de músicos que a temprana edad le dio a conocer los instrumentos y le inculcó el amor a la música clásica. Desde entonces, su caminar musical no ha parado.
El también catedrático del Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara y de la Escuela Municipal de Música, y director de orquesta, se sentó a conversar con nosotros sobre cómo se encuentra en este momento de su vida y recordar algunas historias de su larga trayectoria.
¿Cómo empieza esa pasión por el violonchelo? ¿Cuál es su historia con ese instrumento musical?
A mí siempre me llamó la atención el chelo, me fascinó. Aproximadamente a los 4 años, quise aprender a tocarlo, por lo cual le insistía al maestro Eduardo Ortiz Lara cada vez que lo veía para que me enseñara. En la casa teníamos un instrumento pequeño y me inculcaban que lo aprendiera. Sin embargo, me acuerdo que en noviembre de 1977 hubo un ensayo de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Santuario Expiatorio, en donde aproveché para que durante un momento se sentara conmigo el maestro a enseñarme. Ese fue mi primer contacto con ese instrumento. En 1978, a los 8 años, empecé los estudios formales con el chelo.
¿Qué sentimiento le invade cuando toca las cuerdas del violonchelo?
Su sonoridad es única, espectacular, especial. Incluso en Rusia le llaman al chelo el rey de los instrumentos. Y es el que mejor imita a la voz humana porque tiene todos los registros. Asimismo, cuando se toca, debe pensarse en el contexto de la obra, sobre todo leer mucho de los compositores, de la época que vivieron, porque brinda un parámetro de cómo interpretar la música.
¿Cómo conecta con el público?
Uno de los aspectos fundamentales es tener la seguridad de sí mismo, de lo que se está haciendo. El público percibe también si uno sabe lo que se está realizando, porque eso se transmite, el dominio de la obra, porque hay que prepararla. Es como cocinar un pastelito. Además, se nota si se ha estudiado al compositor. Hay algo curioso respecto a esto, porque mucho del repertorio para violonchelo solo es barroco, porque a mí me gusta, y me he dado cuenta de que aquí en Guatemala todo el público no conoce a los compositores de este estilo musical. No obstante, la gente está ávida de este tipo de información, de estas actividades, por ello es que uno trabaja con gusto.
¿Cuál considera que ha sido su evolución musical a través de los años?
El ser humano debe estar en constante evolución, no solo para un período o en la música, sino para siempre. Por ejemplo, durante la pandemia, muchos debimos adaptarnos a aprender a usar las plataformas digitales. El año pasado grababa todos los días un repertorio para chelo solo italiano en Facebook y YouTube, porque es una de las mejores maneras de permanecer activo. Esto ha sido una forma de estimularse y mantenerse en el ámbito musical.
¿Qué lecciones profesionales han perdurado durante este tiempo?
Que uno tiene que mantenerse estudiando, activo, pero con una sana disciplina.
¿Cuáles son sus proyectos musicales?
Hay muchos, siempre planeo qué más hacer. Y ahora para mí es un privilegio volver a los escenarios. Pero para mí es un gusto regresar a presentar un recital de chelo solo con público desde que se inició la pandemia. Es una satisfacción personal salir otra vez al escenario.