Dr. Jorge Antonio Ortega G.
No todo es incertidumbre en el panorama del futuro inmediato, aún hay esperanza para subsanar los errores del pasado, tenemos 2021 años de referencias y experiencias, no deberíamos estar improvisando en nuestro diario vivir.
En hecho de buscar el buen vivir para todos sin excepción alguna no debe ser el parámetro para destruir nuestro mundo; al contrario, es necesario reaprender e iniciar una nueva era de conciencia, de prevención y de prospectiva que nos permita construir un futuro promisorio en donde estén incluidos todos los seres vivos.
Hoy por hoy se nos facilita visualizar un panorama amplio, claro y profundo de las consecuencias de la toma de decisiones cuando se planifican hacia el futuro, con metas reales y medibles, con tiempos estipulados y presupuestos garantizados, los resultados son favorables y a pesar de los inconvenientes que se pueden sufrir en su materialización, al final se puede decir que valió la pena.
Todo tiene un tiempo específico y no debemos perderlo, el momento de tomar las decisiones nunca es el adecuado para los detractores de las políticas públicas de innovación; por ello, no se logra consolidar leyes, proyectos y políticas que den solución a la problemática en general.
No debemos improvisar en direccionar nuestros recursos y esfuerzos al vacío de la incertidumbre.
Por lo anterior, es necesario hacer un cambio de generaciones en la planificación y desarrollo de lo que podríamos llamar un proyecto de nación: tenemos todo lo necesario para realizarlo, sin duda alguna.
Una posición geopolíticamente estratégica: estamos en el centro de América, con dos salidas a los dos grandes océanos y mercados del mundo, un clima agradable con una serie de microclimas que nos ofrece el territorio nacional, una nación con un alto porcentaje de jóvenes emprendedores, inteligentes y creativos. Heredamos de una de las civilizaciones más avanzadas sus sitios arqueológicos que cada día nos asombra más. Una cultura que nos hace ser especiales y diferentes al resto de latinoamericanos. Una historia milenaria, rica en eventos que nos permite un orgullo nacional sin precedentes y que nos da identidad como nación independiente.
A pocos meses de llegar al bicentenario de libertad, es una época que nos permite reflexionar en nuestro accionar en los ámbitos económico, político, social y militar; es un buen momento para hacer un balance de toma de decisiones, las luces y sombras de nuestro proceder en el pasado, qué podemos mejorar, qué debemos desechar, aprender a dialogar y buscar los puntos de coincidencia entre los guatemaltecos, que de hecho son más que los que nos separan.
No me canso en afirmar que es necesaria nuestra participación en la construcción de ese proyecto de nación que nos permita avanzar hacia un futuro prometedor. El panorama general tiene sus nubarrones, lo cual es indiscutible, pero, estamos aún a tiempo de tomar medidas que nos permitan estar en primera fila, con estándares acordes a este tercer milenio: lo
merecemos.
No hay dudas de que la educación de las nuevas generaciones con una óptica de futuro, creativos y dentro de una atmósfera de emprendedores, con la tecnología y la conectividad necesaria para lograr una formación integral de cuerpo, alma y mente.
Luego, las oportunidades para el desarrollo de nuestros connacionales en las diferentes especialidades del mundo laboral tecnificado, sin temores a enfrentar los desafíos de lo desconocido en las ciencias y técnicas, nosotros ponemos los límites a la imaginación y a la creatividad de esas nuevas generaciones.
Reitero la necesidad de visualizar a través de la prospectiva y diseñar esos escenarios probables y deseables, con sus variantes y alternativas es un asunto de supervivencia y del buen vivir. No debemos improvisar en direccionar nuestros recursos y esfuerzos al vacío de la
incertidumbre.
