Ignacia Holmes, Oficial de Agricultura Sostenible y Resiliente de la FAO para América Latina y El Caribe
La pandemia del Covid-19, con sus enormes impactos económicos, humanos y sociales, se ha sumado al gran desafío de nuestra época: el cambio climático. Hoy la atención del mundo está puesta en contener la crisis sanitaria; urge como nunca reconstruir las economías, recuperar los empleos y los ingresos. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿Aceptaremos el mismo modelo que estábamos implementando antes de la pandemia, o aprovecharemos esta oportunidad para impulsar una recuperación con transformación climática? Porque la evidencia se vuelve cada vez más clara: proteger el ambiente, enfrentar el cambio climático y avanzar hacia una agricultura sostenible son las mejores formas de aumentar la calidad de vida de los habitantes de nuestra región.
Según el BID, los cambios estructurales necesarios para llegar a un escenario de producción carbono neutral al año 2030 en América Latina y el Caribe pueden generar 15 millones de empleos.
Nos encontramos en un momento crucial.
Un estudio de Nicholas Stern y Joseph Stiglitz muestra que, luego de la crisis de 2008, las medidas de estímulo con enfoque ambiental generaron más empleos y un mejor crecimiento que las alternativas tradicionales. No podemos seguir pensando que conservar, sustentar y reducir emisiones con restricciones que afectan el desarrollo productivo.
La tarea, compleja y necesaria, consiste en identificar las estrategias concretas que nos permitan resolver la ecuación del desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha planteado que la transformación sostenible del sector agroalimentario, mediante innovaciones tecnológicas e institucionales, será una fuente de renovado crecimiento económico.
En América Latina y el Caribe, hay múltiples ejemplos de esto: en México, un proyecto de fomento de tecnologías eficientes y bajas en emisiones en la agricultura y la agroindustria permitió que 1,842 agronegocios redujeran sus emisiones netas de GEI en 6 millones de toneladas de CO2, además de producir energía a partir de biomasa. Este y otros ejemplos son parte de una nueva publicación de la FAO (Hacia una agricultura sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe: Caminos para la transformación), que se dará a conocer el 10 de junio, muestra que la recuperación sostenible de la pandemia y la transformación de los sistemas agroalimentarios es posible.