lunes , 25 noviembre 2024
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Electricidad en Guatemala (XXI)

Rodrigo Fernández Ordóñez 

Director PresidenteComisión Nacional de Energía Elé[email protected]

Las plantas hidroeléctricas Jurún Marinalá, de 60MW; Aguacapa, 90MW; Ati-tlán I, de 430 MW y, por último, Pueblo Viejo-Quixal (más conocida por nosotros como Chixoy), de 300 MW, surgidas del modelo de planificación centralizada, se desarrollaron durante la década de los años 70 en paralelo a la aguda crisis económica que se desató, luego que en octubre de 1973 la OPEP declarara un embargo de petróleo a los países que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kippur.

Este embargo, que se extendió durante 6 meses, disparó los precios del barril de petróleo de 2.90 dólares hasta los 11.90, causando un aumento agudo de la inflación, desempleo y bajo crecimiento económico provocado por la escasez del crudo y la caída en picada de la producción mundial en general. Aunque el embargo se levantó en marzo de 1974, la economía mundial quedó seriamente dañada y su recuperación tomó el resto de la década. En el caso de Guatemala, esta recuperación económica se vio seriamente comprometida con el terremoto de la madrugada del 4 de febrero de 1976, el cual arrasó amplias zonas del altiplano central del país, destruyendo poblaciones enteras del departamento de Chimaltenango, del sur de Quiché y golpeando duramente las zonas populares de la ciudad de Guatemala.

La economía mundial quedó seriamente dañada.

Bajo esas condiciones de profunda adversidad, el INDE logró restituir el fluido eléctrico en las zonas afectadas por el terremoto, en el término de pocos meses, tanto en la zona atendida por Ederoc en el occidente, como la de Ederor en el oriente (en cuanto a las redes de distribución), así como las redes de transmisión, según se afirma en la Memoria de Labores del INDE correspondiente a 1976, publicada el año siguiente. Todos estos elementos, sumados al resurgimiento de las organizaciones revolucionarias que retomaron las armas en 1979, afectaron dramáticamente el desempeño del sector energético del país, que tuvo que recurrir a soluciones de inmediato plazo para mantener alimentada la demanda de energía, soluciones que durante la década siguiente comprometieron seriamente los recursos del país, ya que, según afirma el historiador Javier Calderón: “…La capacidad de generación de electricidad, así como el alcance de las líneas de transmisión y distribución crecieron, pero no siempre a la par de los requerimientos de energía eléctrica.

Y los recursos financieros fueron cada vez más escasos para invertir en nuevas plantas de generación y en la expansión de la electrificación en el país, y cada vez más los costos derivados del pago de las deudas, del subsidio a las tarifas eléctricas y de los precios de los combustibles fósiles, fueron cargas más difíciles de sobrellevar…”.

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