La cima del volcán Chicaval, ubicado en el municipio de San Martín Sacatepéquez, Quetzaltenango, fue el escenario de la ceremonia de rogativa por la lluvia y gratitud por la Madre Tierra, efectuada por pobladores de diversas regiones del mencionado departamento. La petición hecha al Creador es que haya abundancia de agua para las siembras.
Dicho acontecimiento se lleva a cabo tradicionalmente 40 días después de que termina la Semana Santa. Vecinos y turistas se unen a la actividad ancestral, en el cráter del coloso, en el cual hay una laguna de agua cristalina, sagrada para los lugareños.
La tradición, heredada por la población de sus abuelos y bisabuelos, consiste en colocar ofrendas dentro de la laguna, rezar y encender fogatas, como ofrendas al Creador por la salud, la vida, la naturaleza y la siembra.
En la cosmovisión mam, el agua de Chicaval (Chikab’al: cuyo significado es lugar bueno o dulce) es sagrada, porque las nubes bajan a traer el líquido esencial de la vida y luego regresan al cielo en forma de lluvia que alimenta las cosechas de maíz.
Indígenas mam acuden a la laguna Chikab’al, para celebrar el ritual la Rogativa de la Lluvia, un emblemático ritual que se realiza 40 días después de Semana Santa. Cientos de personas llegan al lugar en el volcán ubicado en el municipio de San Martín Sacatepéquez a 225 kilómetros de la capital. El punto ha sido centro de peregrinaje desde tiempos prehispánicos.
Chikab`al significa lugar bueno o dulce, según la población indígena de la región.
La laguna Chicaval es el centro ceremonial de la etnia mam.
Los sacerdotes mayas le piden al Creador que las lluvias ayuden a mejorar los cultivos.
La rogativa se lleva a cabo 40 días después de que termina la Semana Santa.
Los pobladores indican que este pequeño lago está lleno de energía positiva.
Indígenas mam acuden a la laguna Chikab’al, para celebrar el ritual la Rogativa de la Lluvia, un emblemático ritual que se realiza 40 días después de Semana Santa. Cientos de personas llegan al lugar en el volcán ubicado en el municipio de San Martín Sacatepéquez a 225 kilómetros de la capital. El punto ha sido centro de peregrinaje desde tiempos prehispánicos.
La tradición es inculcada a la niñez, para que no olvide la enseñanza ancestral.