Por: Ricardo Fernández Gracia
Las Carmelitas de San José de Pamplona, las Agustinas Recoletas y las Capuchinas de Tudela cuentan con varios ejemplares, tanto del siglo XVII como del XVIII.
Sobre los pasionarios, es de obligada cita el texto del mercedario Interián de Ayala, en su obra escrita en el segundo cuarto del siglo XVIII y publicada en Madrid, en lengua vernácula, en 1782, en donde aboga por los Niños de pasión, frente a los que juegan y se divierten, así: “Vemos pintado con mucha frecuencia á Christo, como Niño, y aun como muchacho ya grandecillo, divirtiéndose en juegos pueriles: por exemplo, quando le pintan, que está jugando con un paxarillo, teniéndole atado con un hilo, y llevándole en sus manos; ó quando le pintan montado á caballo sobre un cordero, ó de otros modos semejantes.
Todo esto, y otras cosas á este tenor son meras necedades, y bagatelas, como ya lo advirtió un grave Autor, y de eminente dignidad. No se ocupaba en esto Christo Señor nuestro, aun en la edad pueril …, á no haber sujetado sus pasiones con su soberano imperio, podia haberse contristado, y entristecido… Por lo que, no es razón, que le imaginemos ocupándose en juegos pueriles, y de niños, sino en pensamientos, y meditaciones muy serias”.
A veces, el Niño pasionario duerme sobre la cruz y se apoya en una calavera, recordando el aforismo de nascendo morimur. Se trata de una práctica usual en el Barroco, según la cual se asocia principio y fin, y se convierte en una premonición de la pasión, a través del brutal contraste entre la calavera y el gesto de placidez del Niño dormido. Esta iconografía, en todo ajena al relato evangélico, hunde sus raíces en las representaciones clásicas de Eros y Tánatos, retomadas a inicios del Renacimiento y reelaboradas desde la óptica cristiana.
Concuerda la representación con un pasaje de la vida de San Juan de la Cruz en el convento de San José de Carmelitas Descalzas de Granada: “por las fiestas de Navidad de 1585, entrando fray Juan en la clausura, le muestran las monjas un Niño Jesús muy lindo: está recostadito y dormido sobre una calavera.
Fray Juan emocionado ante la dulce expresión del divino Niño, exclama: Señor, si amores me han de matar, agora tienen lugar”. Estas imágenes del Niño Jesús de pasión con la calavera y la cruz, como recuerda el citado Interián, “no tanto pertenecen a la historia, quanto son objeto de piadosas meditaciones”.