domingo , 24 noviembre 2024
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Por la cruz a la luz (III)

En este caso es una hornacina la que cobija lo que parece ser una escultura del Niño sobre el sol resplandeciente, bendiciendo y con el orbe. La singularidad viene, en este caso, por ir coronado con tres potencias (memoria, entendimiento y voluntad) y, sobre todo, por el delantal o babador, que se orla con todas las Arma Christi. Majestad y pasión se dan cita en la estampa.

La inscripción latina dice: “Al nombre de Jesús, toda rodilla se incline, en los cielos, la tierra y los infiernos”. Sabemos que este grabado sirvió de modelo para pinturas (en Santa Catalina de Valladolid y Nuestra Señora de la Laura de la misma ciudad) y esculturas, entre ellas las del antiguo convento de Descalzos de Tudela y la del convento de Corpus Christi de Valladolid, del segundo cuarto del siglo XVII.

Capítulo especial lo constituyen los denominados pasionarios.

Capítulo especial lo constituyen los denominados pasionarios, en pequeñas esculturas de madera policromada o plomo, con rostros, con lágrimas y coronados de espinas y acompañados con otros emblemas de la pasión en sus manos o en cestillos. A veces, acompañaban a imágenes de la Soledad. La Real Congregación de San Fermín de los Navarros, esa especial colonia de navarros en la capital de la monarquía, conserva en su sede de Madrid una de las más importantes esculturas de un Niño del dolor.

Se trata de una delicadísima obra de la plástica hispana del siglo XVII, tradicionalmente atribuida a Alonso Cano, pero últimamente a Luisa Roldán, “La Roldana”. Posee una réplica en las Capuchinas de Alcobendas (hoy en Granada). La pieza llegó a San Fermín de los Navarros por legado testamentario de Isabel de Farnesio, si bien había pertenecido con anterioridad a Mariana de Neoburgo.

Destaca por su delicadeza y expresión intimista, que intenta conmover la devoción del espectador a través de los sentimientos, mediante el artificio dramático que fusiona la infancia y la pasión de Cristo. Cronológicamente, se sitúa en los inicios del período madrileño de La Roldana, que llegaría a ser escultora de cámara de Carlos II, una época de triunfos en lo profesional pero de disgustos, enfermedades y privaciones en lo personal. Luisa hubo de soportar todo el peso de la familia, a través de sus obras realizadas con un lenguaje muy personal.

Continuará…

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