La Tierra es una esfera imperfecta azul celeste que se desplaza raudamente por los espacios siderales en torno al sol, llevando consigo la más preciosa carga de la creación: la criatura humana.
La sonda Voyager I, en efecto, a 6 mil millones de kilómetros de la Tierra, a punto de abandonar el sistema solar, en su viaje hacia las estrellas, captó una imagen asombrosa de ese punto que, efectivamente es un tenue azul celeste.
Ese punto azul es nuestro hogar, nuestra casa, nuestro solar, nuestro habitáculo, nuestra residencia, el lugar de nuestro nacimiento, el lugar destinado a recibir nuestro último aliento y a preservar, aunque sea temporalmente, los últimos restos de nuestra envoltura humana.
Lo que le confiere a la Tierra su aspecto azul, vista desde el espacio, es el agua que contiene.
“El 71 por ciento de su superficie está cubierto por océanos. El resto de la superficie está cubierta por vegetación: bosques, matorrales y prados”, explica James Trefil, físico de la Universidad de Stanford, Estados Unidos de América.
La joya del sistema planetario
La joya del sistema planetario, constituido por nueve planetas, es la Tierra, rodeada por una envoltura gaseosa, la atmósfera, que contiene oxígeno, elemento esencial para el desenvolvimiento de la vida.
La luz del sol tarda 8 minutos en llegar a la Tierra. El contenido energético de esa luz es recibido por las plantas, que mediante el proceso de fotosíntesis producen alimentos básicos.
La Tierra tiene una estructura, compuesta por el núcleo, una región llamada “manto” y la corteza, la cual está dividida aproximadamente en 16 partes, llamadas “placas tectónicas.
En la Tierra lo más asombroso es la presencia de seres vivos. No se sabe que haya seres vivos en otros cuerpos celestes. Las conjeturas sobre posibles seres vivos existentes en otros lugares del Universo no han encontrado confirmación.
En la Tierra, lo más increíblemente maravilloso es que existamos nosotros, los seres humanos.
La Tierra es la totalidad del mundo que nos rodea, la suma de todos los ecosistemas, el conjunto supremo de todos los seres vivos, el escenario donde los seres humanos nos agitamos animados por emociones ínfimas o por las motivaciones más excelsas.
Los seres humanos han introducido cambios significativos en el paisaje natural, y han desarrollado sistemas de producción que han mejorado las condiciones de vida, pero han comprometido la preservación de los recursos naturales.
Hace 10 mil años, los seres humanos aprendieron a cultivar la tierra y la criar animales, transformación a la que los científicos llaman “revolución del neolíticos”.
Los antropólogos han identificado unas ocho revoluciones agrícolas en el curso de la historia humana, a lo cual se agrega la revolución industrial, en el siglo XVIII.
Los progresos agrícolas y los progresos industriales han modificado el entorno de los seres humanos, lo cual plantea la conveniencia de realizar prácticas que mejoren las condiciones ambientales.
La importancia de preservar la Tierra
“Los bosques, los ríos, los lagos y la diversidad biológica, especialmente concentrada en áreas protegidas, son indispensables para la preservación de la vida, así como el acceso a un ambiente adecuado para satisfacer las necesidades básicas de las personas”, dice el ingeniero Carlos Martínez, Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP).
El ingeniero Martínez, ha hecho un llamado “a la población guatemalteca para que se sume a la conservación y protección de nuestro planeta, para genera cambios que permitan la conservación de la Madre Tierra”.