Gerardo Castillo
Tras la sucesiva incorporación de las herramientas tecnológicas ligadas a internet, la enseñanza ha experimentado una gran transformación. En el pasado, cuando se hablaba de enseñanza, se pensaba solamente en una actividad realizada en un aula física y cerrada; últimamente, nos solemos referir, además, a un proceso de enseñanza-aprendizaje que se imparte extramuros, en un “aula” virtual.
El proceso de incorporar a la enseñanza la tecnología virtual no es fácil. En mi opinión, existen dos obstáculos principales: la resistencia al cambio típica de los sistemas educativos y las restricciones originadas por el Covid-19. Para afrontar la nueva situación se requieren profesores creativos. Esto explica por qué actualmente se le concede tanta importancia a un tipo de inteligencia que antes pasaba casi inadvertida en la escuela: la inteligencia creativa. Lo interesante ya no es encontrar pronto la respuesta acertada, sino recurrir a la imaginación, una y otra vez, para buscar soluciones nuevas a los mismos problemas.
La llamada “pedagogía de la transmisión” es vista aún en algunos ambientes como algo intocable; en ella se considera al alumno como mero receptor de información, como una página en blanco que solo el profesor puede y debe llenar. En ese planteamiento didáctico, se descarta el desarrollo de la creatividad, dado que requiere un proceso de retroalimentación o feedback.
En cambio, sí son creativas, actividades didácticas como el trabajo en equipo; crear procesos protagonizados por los alumnos en la resolución de conflictos; enseñar con metodología participativa: debates, discusión de casos, simposio, brainstorming (tormenta de ideas), etc. Sería un grave error considerar que la enseñanza virtual reemplaza a la presencial.
Las dos son necesarias y complementarias; desplaza únicamente al aula cerrada y aislada del mundo. Con ocasión de la pandemia del Covid-19, los profesores han tenido que afrontar un reto añadido: la enseñanza pasa en cuestión de días a realizarse a través de una pantalla.
La transformación digital era, antes de la pandemia, un objetivo a medio plazo que se iba implantando a diferentes velocidades; pero, a partir de ella, para la mayoría de los docentes fue una aceptación ipso facto. Para desarrollar la creatividad, hay que “desaprender” inicialmenteel miedo a expresarse artísticamente y el miedo a preguntar cuando no se ha comprendido.
El profesor debe estimular la mente abierta de sus alumnos, creando un ambiente reflexivo. Es fundamental educar en aprender a aprender. Enseñar no es meramente instruir. Incluye guiar a los alumnos en su proceso personal de asimilar conocimientos. Esto requiere que el protagonismo de ese proceso sea del alumno y no del profesor. La función de este último es formular preguntas que hagan pensar. La mayéutica de Sócrates sigue siendo el modelo a seguir.