Al despedirse como director de la revista, escribió: “No puedo dejar de mirar atrás, de recordar para agradecer -el agradecimiento es la memoria del corazón- las colaboraciones de tantos que me hicieron posible -que me facilitaron- dirigir Nuestro Tiempo durante ocho años, ricos e intensos, durante los que hicimos pasar por estas páginas la vida de España y del mundo”. Le sucedí cuatro meses después, en enero de 1974, tras un año como secretario.
Ángel llegó a Pamplona para poner en marcha con Antonio Fontán un proyecto impulsado por el fundador de la Universidad: un Instituto de Periodismo en un momento en el que solo había una Escuela Oficial de esos estudios en Madrid -con sucursal en Barcelona- dependiente del Ministerio de Información. Le conocí en 1958, cuando asistí al primer curso de verano de periodismo y cuestiones de actualidad, durante el que se anunció la creación del Instituto. Recuerdo las atractivas reuniones y los coloquios informales que los participantes manteníamos con Antonio Fontán y con él en la sede de la revista, entonces situada en la calle Paulino Caballero, 23 bis. Ángel sucedió a Fontán en la dirección del Instituto de Periodismo desde enero de 1962 hasta enero de 1968.
Su interés se desplazó de las artes a las materias informativas.
De un modo lógico, su interés se desplazó de las artes a las materias informativas, y sus textos fueron reflejando progresivamente sus ideas sobre la Teoría General de la Información y la Teoría de la Opinión Pública. Su contribución intelectual en este campo ha sido merecidamente destacada por quienes hemos sido sus colegas y sus discípulos. Ángel era elegante, acogedor y afable; se interesaba por la gente, y en la redacción de Nuestro Tiempo, con un humor sutil, casi travieso, creaba un clima de intercambio amable que complementaba lo que se aprendía en el Instituto de Periodismo.
Descanse en paz con Dios.