En un taller de formación ejecutiva de una empresa farmacéutica, profesionales millennials se ven desafiados por el siguiente ejercicio: “En una isla desierta se encuentran un joven de 14 años, una tecnóloga, una doctora, un monje zen, una joven con discapacidad física, un publicista, una antropóloga, un exitoso entrenador de futbol, una nutricionista y un piloto de avión. Solo cuatro pueden integrarse a tu equipo, el resto quedará en la isla. ¿Cuáles elegirías?’.
El ejercicio pone a los participantes ante disyuntivas que revelarán sus visiones del negocio y sus valores. De buenas a primeras, probablemente no elegirán al niño ni a la joven con discapacidad. No parece necesario, para vender más, contar con una antropóloga ni un monje zen. Con el piloto, menos. El entrenador no aporta si no jugarán futbol. Si han de vender fármacos, lo razonable es quedarse con la doctora, la tecnóloga, el publicista y la nutricionista. ¿Pero qué hay de los que se quedarán en la isla?
¿Cuál sería la composición grupal que permitiría su sobrevivencia? El niño, el monje, la antropóloga, la chica con discapacidad, el entrenador y el piloto no parece ser la mejor agrupación. ¿Es ético dejarlos desprovistos de la doctora y la nutricionista, en beneficio de desarrollar un negocio? Desde el punto de vista ejecutivo, se requieren habilidades para dirigir el equipo y lograr los objetivos. ¿No podrá el entrenador colaborar en el desarrollo del liderazgo, ya que es exitoso en conducir grupos humanos? El joven de 14 años será parte de los consumidores del futuro; puede entonces ser útil conocer sus visiones del mundo y su estilo de vida. Y ¿no podría la joven con discapacidad aportar espíritu de superación y adaptación a la adversidad?
Muchos ejecutivos suelen preferir el pragmatismo de corto plazo.
¿No sería útil la antropóloga, para proyectar los patrones de conducta de la sociedad cognitiva? No van a volar, pero la experiencia del piloto puede ayudar en situaciones límite. ¿Y el monje? Tal vez aportar en la plenitud espiritual, para potenciar líderes integrales.
El equipo no será capaz de desarrollar los fármacos que la sociedad necesita sin conocimiento científico y tecnológico, pero tampoco lo logrará sin liderazgo integral, capacidad adaptativa, conocimiento de los consumidores del futuro y claridad cuando la incertidumbre arrecia. Muchos ejecutivos suelen preferir el pragmatismo de corto plazo para hacer crecer el negocio.
Pero considerar el destino de quienes quedan en la isla habla de los valores de quien decide, y el análisis sobre los aportes de los no especialistas revela una visión más compleja de la sustentabilidad del negocio, necesaria para desarrollar y accionar una estrategia de futuro eficaz.