El universo del cine dice adiós hoy al cineasta francés
Bertrand Tavernier, quien falleció a los 79 años en la localidad francesa
Saint-Maxime y deja a los amantes del celuloide no solo una treintena de
películas, sino sus críticas de sabio cinéfilo.
El mundo del arte se despide hoy del autor de
cintas como Capitaine Conan, 1996, La vie et rien d’autre, 1989, y Autour de minuit, 1986, cintas que han
sido reconocidas internacionalmente con premios como cuatro César, los BAFTA y
otros galardones de los festivales de Cannes, Venecia, Berlín y San Sebastián.
La muerte fue anunciada por el Instituto Lumière
de Lyon, del que era presidente, quien ha destacado “con tristeza y dolor” el
fallecimiento del cineasta y realizador de 31 títulos entre largometrajes, cortos
y segmentos de películas con varios autores.
Trabajos en los que este creador ecléctico y
apasionado, loco del cine, abordó diversos filmes que recorren la historia de
Francia y en la que el compromiso social y la crítica al poder afloran como
temas recurrentes.
Como ejemplo, Tavernier plasmó en Que la fête commence…, 1975, con la
que ganó cuatro premios César del cine francés, una reflexión sobre el poder a
través de una historia que se desarrolla tras la muerte de Luis XIV, durante el
periodo de regencia de Felipe de Orleans.
En este sentido, con Ça commence aujourd’hui, 1999, el cineasta volvió a mostrar su
compromiso social y su manera de entender el cine como resistencia, una
historia que sentó precedentes en el cine francés sobre un maestro de escuela
infantil de un barrio marginal de un pueblo minero del norte de Francia, en el
que el 30 por ciento de la población está desempleada.
Tavernier la presentó personalmente en España en el Festival de San Sebastián de aquel año, que le rindió homenaje en una edición en la que también fue presidente del jurado.
Hijo del escritor Eric Tavernier, editor también de la revista literaria Confluences, el joven Bertrand convivió desde niño con luminarias de las letras como Paul Eluard o Louis Aragon. Este último incluso vivió junto a la familia durante una temporada. Tavernier se enamoró del cine cuando, siendo niño, fue ingresado en un sanatorio para curarse de una tuberculosis y nunca más se separó de ese amor de infancia.
Confesó en entrevistas que había elegido el cine para desarrollar una actividad artística diferente de la de su padre y tener su propio espacio personal. Además, Tavernier aseguraba que amaba todo en el cine y, por ello, además de realizador fue guionista, dialoguista y productor, incluso en televisión; y también hizo documentales y antes de rodar películas dirigió un cineclub y fue crítico de varias revistas de cine, entre ellas la inevitable Cahiers du cinéma.
Tavernier trabajó con todos los grandes intérpretes del cine francés de las décadas de los 1970, 1980 y 1990, como Romy Schneider, Philippe Noiret, Michel Piccoli, Nathalie Baye, Isabelle Huppert, Jean Rochefort y Sophie Marceau, que le ofrecieron algunos de sus papeles más memorables.
Entre sus reconocimientos por el séptimo arte está también su labor por recuperar los títulos del cine estadounidense de los años 1940 y 1950 que no habían llegado a Francia. Esta inquietud por el cine estadounidense se convirtió en el libro Entretiens avec les grands auteurs d’Hollywood (en español, Entrevistas con los grandes autores de Hollywood), premiado en 1993 por la crítica de cine.
Este interés hollywoodiense se traspuso también en su película In the Electric Mist, 2009, con Tommy Lee Jones, Mary Steenburgen y John Goodman en los papeles principales, inspirado también en una novela. “Más allá del libro, lo que me sedujo es el deseo de conocer esta América que ignoraba, sumergirme en un mundo desconocido”, dijo en una entrevista durante la promoción del filme.
El cine dice hoy está de luto porque con la muerte de Tavernier se va uno de esos cineastas que han creado forman parte del ideario mundial.
- Agencia EFE