María Jesús Ribas EFE.
“Es lógico que aumenten las cifras de depresiones, por todo lo vivido y porque la carencia de contacto físico con nuestros seres queridos influye negativamente, al privarnos de los numerosos beneficios, tanto físicos, como emocionales, que nos proporciona dar o recibir un abrazo”, según la psicóloga Robles.
“Como factores de riesgo en este contexto, encontramos la larga duración de esta situación y el desconocimiento de hasta cuándo estaremos así. A lo que hay que añadir el aislamiento y la soledad, el miedo a contraer la enfermedad o a contagiarla, la incertidumbre laboral o la aceptación de una pérdida, sin los rituales aprendidos ni el apoyo de otras personas”, puntualiza.
“Sabemos que la socialización se ha mostrado como el factor de protección más potente y eficaz frente a la patología depresiva, y no se trata sólo de la conexión social, sino que está comprobado que todos necesitamos el contacto físico para sentirnos bien, necesitamos la proximidad del otro”, recalca.
Señala que el abrazo “ayuda a liberar la tensión del cuerpo, relajando los músculos, ralentizando la respiración y reduciendo la presión arterial; además, fomenta que nuestro sistema nervioso libere sustancias que aumentan la sensación de bienestar, felicidad y el vínculo afectivo y emocional con otras personas”.
Abrazarnos también contribuye “a reducir la producción orgánica de otras hormonas asociadas al enfado, la ansiedad y el estrés, estimula la oxigenación del organismo y fortalece el sistema inmunitario, al favorecer la creación de glóbulos blancos”, añade.
“Cuando tenemos miedo o inseguridad, los abrazos nos hacen sentir protegidos y con mayor confianza. Además reducen la sensación de soledad, haciéndonos experimentar que formamos parte del otro y nos reconfortan cuando estamos tristes, haciendo que nos sintamos apoyados y comprendidos”, apunta.
Según la experta, los abrazos también mejoran la autoestima, “al proporcionarnos la sensación de ser especiales y amados”, nos ayudan a sellar una reconciliación, sin palabras, y nos permiten compartir una alegría, incrementando nuestra sensación de bienestar.
“Cuando nos abrazamos sin palabras, cada uno da y/o recibe según sus propias necesidades, de tal forma que el abrazo se convierte en justo lo que necesitamos”, puntualiza.
Maneras de abrazarnos, sin tocarnos: Robles apunta algunos medios para ofrecer y recibir abrazos, sin contacto físico.
Continuará…