Recientemente, el Ministerio de Cultura y Deportes reconoció la trayectoria de la intérprete guatemalteca.
A Bitty Herrera, las entrevistas, las fotos y hablar en público la vuelven “un manojo de nervios”; sin embargo, todo eso queda atrás cuando pisa las tablas y se reencuentra con lo que más ama, el teatro. Gracias a su talento y a un currículo nutrido, acumula no menos de 75 obras, la actriz fue recientemente galardonada con uno de los premios de Trayectoria y Aportes al Desarrollo del Teatro, concedidos por el Ministerio de Cultura y Deportes. En el primer Los de siempre de 2021, la intérprete revive su aventura sobre los escenarios locales.
“Eso” que la cautivó
El primer contacto de Bitty Herrera con el teatro fue en sus años escolares, con las actividades culturales y las clausuras. Más tarde le tocaría asistir a su primera obra de teatro como público, Edipo Rey, durante Festival de Antigua Guatemala. “Me impactó el espectáculo y ver a los actores en las ruinas. Pensé, qué dichosos ellos, cómo pueden hacer ‘eso’, qué lindo, pero qué difícil, yo no podría. Y, muchos años después, heme aquí haciendo ‘eso’, el teatro”, afirma la actriz.
Sus primeros pasos sobre las tablas, Herrera los dio en los Festivales de los Barrios y las Muestras Departamentales que organizaba Bellas Artes. Testigo de su primera obra sería el Teatro de Cámara Hugo Carrillo, donde actuó en Los Gringos, una pieza de Mario Monteforte Toledo, dirigida por Guillermo Ramírez Valenzuela, recuerda: “Ensayábamos, ensayábamos y ensayábamos, y no teníamos papel Olga Armírez y yo. Hasta pocos días antes del estreno, nos dieron roles de enfermeras. Era cortito pero sentimos como que era el estelar, fue genial”.
Papeles definitivos
Licenciada en Arte Dramático por la Universidad de San Carlos, Herrera ha tenido como referentes del teatro y la actuación a figuras como Ricardo Mendizábal, Javier Pacheco, Alfredo Porras Smith y Julio Díaz, entre otros. La intérprete ha participado en no menos de 75 obras, en casi todos los géneros, aunque a la hora de escoger, dice, se queda con el drama.
A pesar de una carrera tan dilatada, la guatemalteca tiene claros los papeles que marcaron su trayectoria. Uno de ellos fue Marion, en Un final perfecto, de Harvey Fierstein, bajo la dirección de Javier Pacheco. “En ese momento, 1994, el sida era tema prohibido, y nosotros lo tocamos con total seriedad. Había completa ignorancia al respecto, por lo que fue un trabajo arduo, pero hermoso”, apunta.
El otro rol definitivo fue el de Elena en Entre Mujeres, de Santiago Moncada, también dirigida por Pacheco. La actriz recuerda que fue un “fenómeno”, en el que la fila de personas que esperaban verlo incluso daban vuelta al Teatro Gadem, donde se presentó por primera vez. Por el contrario, la obra que más retos le ha dado a la fecha es Alaíde. “Mi madre acababa de morir y no iba a aceptar el papel, pero algo contestó por mí: ‘sí’. Era una pieza fuerte y tuvimos menos de un mes para montarla, por lo que trabajamos durísimo con Mayro de León, el director”.
Recibir el Premio de Trayectoria y Aportes al Desarrollo del Teatro junto a Patricia Orantes, Roberto Díaz Gomar y Ramírez Valenzuela fue un privilegio: “Son excelentes colegas, con quienes en el camino de la profesión nos hemos encontrado en montajes y compartido escena”. Para la actriz, el teatro ha significado una “aventura apasionante” que le ha permitido vivir muchas vidas diferentes pero, sobre todo, que cada obra le ha dado una nueva familia.