Hace poco se cumplieron cuatro décadas del lanzamiento de la revista antológica Raw (1980-1991), un esfuerzo de la pareja de editores Françoise Mouly y Art Spiegelman de presentar al cómic como algo más que entretenimiento barato para niños, cosa que lograron espectacularmente, influyendo a toda una generación de creadores.
Los orígenes de Raw se remontan a Nueva York, en la década de 1970, cuando la pasión de Mouly por los cómics alternativos y europeos la llevó a concebir la creación de una revista que abarcara la gama de sus intereses gráficos y literarios. Junto a Spiegelman, un veterano de la escena alternativa, lanzaron su propia editorial, Raw Books and Graphics. El término raw (crudo) les agradaba por ser corto y porque representaba su ideología de no “cocinar” el contenido de sus colaboradores, dándoles libertad de producir su material como mejor les pareciera, sin compromisos. Así fue como, en julio de 1980, se imprimió el primer número de la revista.
Desde el principio, Raw se distinguió por la alta calidad de su producción. La revista contaba con un tamaño inusualmente grande: 27 x 36 centímetros. Sus páginas interiores estaban impresas en blanco y negro, en los papeles más finos. Su tamaño y su atractivo visual hacían que las tiendas las exhibieran en sus escaparates, en vez de guardarlas bajo el mostrador.
Mouly y Spiegelman promocionaron la publicación en medios orientados al arte y la literatura. Entre los colaboradores se contaban artistas de la escena alternativa como Charles Burns, Bill Griffith, Lynda Barry, Alan Moore, Gary Panter, Robert Crumb, y Chris Ware, así como pintores, ilustradores, diseñadores gráficos, caricaturistas y estudiantes de arte. Raw llegó a contar con un cierto glamur, como el de la revista literaria The New Yorker.
Raw gustaba de tomar riesgos, sin temer a la controversia. Una portada podía tener una ilustración deslumbrante y la siguiente, un collage brutal. La mayoría de cubiertas oscilaba entre el punk y el arte presuntuoso. Los editores gustaban de experimentar con diferentes detalles, para enfatizar el valor de la revista como arte-objeto. La portada de un número estaba troquelada. En otro se arrancó una esquina de cada uno de los ejemplares del séptimo número, y se le pegó la esquina de otro ejemplar. Decía Mouly: “El de la imprenta creía que nuestra intención era volverlo loco”.
La revista ya cerró, pero la editorial sigue activa, produciendo libros con material de los colaboradores de Raw. Hace unos años comenzaron la división de libros para niños, para inculcarle el amor a los cómics a la siguiente generación. “Los cómics ya no sólo son para adultos”, afirma Spiegelman, con un guiño.