Los juegos de mesa no son para todos. Se necesitan capacidades mentales, que van más allá de talentos innatos. Requieren de otras cualidades, longevidad del alma, percepciones psíquicas, hipersensibilidad, intuición, etcétera. Los duelos son exhaustivos y el más “cabeza dura”, inteligente o, peor aún, paciente, regularmente gana. La clave es la estrategia.
Para la cinematografía, los juegos de mesa no son muy vistosos. Salvo que sea la escena de Harry Potter and the Philosopher’s Stone, en la que aparece un ajedrez a escala humana; o la de Star Wars: A New Hope, en la que son hologramas, no hay mucho de qué emocionarse.
Incluso, los juegos de cartas llevan la delantera. Casino Royale (2006), Lucky You (2007) o mi favorita, Rounders (1998), son películas sobre personajes rotos e inteligentes que buscan redención por medio de sus talentos en el juego. Cartas, miradas, manos y sudor, es un juego narrativo que hipnotiza. Todo iba bien, hasta que llegó The Queen’s Gambit (Gambito de Dama).
La miniserie estrenada en Netflix a principios de noviembre es un deleite de narrativa, como lo es su técnica cinematográfica de planos secuencia y su fotografía muy bien diseñada. Gambito de Dama se refiere a una apertura en el ajedrez, que consiste en adelantar el peón a la dama, para iniciar un ataque en que la ventaja la tienen las piezas blancas. Igual, mi explicación carece de conocimiento de álgebra y, aunque sé cómo se mueven las piezas, nunca lo tomé tan en serio y mucho menos sabía que esta técnica existía.
El elenco, liderado por Anya Taylor-Joy, nos relata la historia de una huérfana, Beth Harmon, quien aprende a jugar ajedrez con el conserje del orfanato. Es gracias a unas pastillas verdes que comienza a delirar sobre el juego, recreándolo en el techo.
La miniserie explora varias líneas narrativas, y no es solo la historia de una huérfana prodigio. También nos cuenta los problemas de una niña que es abandonada y cómo trata de encajar frente a lo desconocido. Además, nos adentramos en las relaciones afectivas con rivales que al final se convierten en amigos. Otra de las líneas es la relación con las drogas farmacológicas y la adicción al alcohol, para evadir la soledad y las iras reprimidas.
Lo que más me llamó la atención, y me pareció fascinante, es cómo algunos personajes dejaron el juego para hacer algo más, como estudiar alguna carrera. Los personajes confiesan el daño que les provocó el juego y, al perder contra Harmon, encontraron redención e iluminación en sus profesiones.
Algo que fascina es que la protagonista es una joven mujer que, afortunadamente, no es sexualizada para servir a principios comerciales. Es una chica “rara”, que se integra a ese mundo de cerebros que, igual que ella, son inadecuados y que emplean su inteligencia para sobresalir o encajar.
Completan el elenco Bill Camp, como el tétrico mentor y conserje Mr. Shaibel; Marielle Heller, Thomas Brodie-Sangster, Marcin Dorocinski, Jacob Fortune-Lloyd, Harry Melling, Isla Johnston y Moses Ingram.
La miniserie, de siete capítulos, ha sido toda una sensación en el mundo, con 62 millones de vistas en apenas 28 días. Es de esta manera que Netflix le da la bienvenida a Disney+, que deberá echar mano de su exitoso cine de superhéroes para hacerse con un espacio en las grandes ligas.