El nuevo modelo se basa en un estricto régimen disciplinario, cero ocio, respeto a la dignidad y derechos humanos.
En 2017 fue inaugurado el Primer Centro Carcelario de Rehabilitación y Reinserción Fraijanes 1, que funciona bajo el Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria, con el objetivo de crear programas y proyectos que ayudarán a la readaptación social de mujeres privadas de libertad al momento del cumplimiento de su condena.
El nuevo modelo se basa en un estricto régimen disciplinario, cero ocio, respeto a la dignidad y derechos humanos y, lo más importante, una serie de capacitaciones técnicas y programas de educación, por medio de los cuales se busca la rehabilitación y reinserción de las mujeres.
Desde que inició funciones, 65 privadas de libertad han formado parte de este proyecto; de ellas, 36 han culminado su proceso de rehabilitación y han recuperado su libertad. El Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria busca, por medio de estos programas, capacitar a las mujeres en áreas técnicas como panadería, cocina, corte y confección, belleza y horticultura, entre otros, y con esto disminuir la reincidencia delictiva, porque se les provee de todas las herramientas para que se puedan adaptar y ser productivas para la sociedad nuevamente, al momento de recuperar su libertad.
En octubre de 2020, después de un proceso de selección, se recibió a un nuevo grupo de reclusas provenientes del Centro Preventivo para Mujeres Santa Teresa, quienes con incertidumbre y deseos de superación accedieron a formar parte de este programa.
De esta cuenta, 38 privadas de libertad se incorporaron al Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria. Según indicó Loyda Ester Pascual, subdirectora de Rehabilitación Social, su incorporación al Centro fue difícil, sobre todo por el desconocimiento que tenían de lo que se hacía en Fraijanes 1.
Pero después de conocer el trabajo que se realiza en el lugar, se encuentran positivas porque lo ven como una oportunidad para aprender cosas nuevas y cambiar sus vidas. De acuerdo con Lady, una privada de libertad con 3 años y 1 mes de estar recluida en Santa Teresa, este es un cambio para ellas mismas, su familia y sus hijos. “Me siento muy bien.
Es importante la actitud que uno tome ante cualquier cambio que pase en nuestra vida, en el Centro se han encargado de hacernos sentir que a pesar de nuestros errores, tenemos una oportunidad para seguir aprovechando nuestra vida y ser un ejemplo para la sociedad”, indicó. Al ingresar, las privadas de libertad al Centro, pasan 15 días en una fase de observación. Esto le ayuda al personal del lugar para conocer su conducta, sus hábitos y la disciplina, para saber si son capaces de cumplir normas.
“La mayoría se ha adaptado bien; están aprendiendo las reglas, porque este es un centro que se basa en la disciplina, y los 15 días en observación les sirvió para encontrarse ellas mismas, reconocer sus miedos, temores, luchas internas e identificar qué quieren lograr en el centro”, comentó Pascual. Al cumplir con la fase de observación son evaluadas por la Junta de tratamiento, que les asignan sus destinos y actividades para realizar. Diana permanecía en prisión desde hace un 1 año con 6 meses y describe este cambio como una nueva oportunidad que le da la vida. “Nos apoyan para ser mejores personas ante la sociedad”, comentó Diana.